Apropiación indebida de la extrema derecha

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La líder de Aliança Catalana, Sílvia Orriols, en el hemiciclo del Parlament.

Una de las características de los partidos populistas de extrema derecha es su falta de honestidad. Es decir, que mienten, manipulan, se disfrazan de lo que no son. Por su impostura los reconoceréis. Y porque se comportan como parásitos que infectan los discursos y las ideas instrumentalizándolas en beneficio propio. Por ejemplo, la vivienda es un problema grave, quizás el más importante y el que está constituyendo un verdadero sistema de extracción de la riqueza de los trabajadores y su empobrecimiento en tierras de abundancia e indicadores macroeconómicos buenos. Desde las filas de Vox señalan el problema, que es real, pero en vez de poner encima de la mesa factores tan decisivos para el encarecimiento de la vivienda como la especulación, el aumento de los pisos turísticos, la falta de nuevos viviendas sociales o los salarios bajos, lo que hacen es buscar un chivo expiatorio: los ocupas y los inmigrantes. De modo que si un propietario decide incrementar el precio que hace pagar a su inquilino la culpa es de quien acaba de aterrizar. Y cerrando fronteras o expulsando a recién llegados se acabará el problema. Un cuento de hadas como cualquier otro.

Otro ejemplo de apropiación indebida por parte de los ultras de derechas lo tenemos en lo que han ido haciendo con el feminismo de las exmusulmanas. Escuchando los discursos de Silvia Orriols en el Parlament he pensado mucho en todas las compañeras que llevan años de infatigable lucha contra el machismo de raíz islámica y en la impotencia que deben de sentir viendo cómo las palabras de la de Ripoll no hacen más que agravar nuestra situación. Aunque los argumentos no pertenecen a nadie y debemos poder debatir los temas independientemente de quiénes seamos, en este caso es muy diferente que la denuncia del machismo en el islam la haga Aliança Catalana o la hagamos las que hemos vivido en propia carne esta realidad. No porque los no musulmanes no puedan meter cucharada, lo que sería encerrar nuestra lucha feminista en un gueto asfixiante, sino porque también es importante averiguar si quienes dicen estar defendiendo nuestros derechos lo hacen de buena fe o no. En el caso de Silvia Orriols hay indicios más que razonables para dudar de su honestidad porque el bienestar de las chicas y las mujeres de origen musulmán le importa más bien poco. Y esto es así cuando analizamos lo que propone para solucionar nuestros problemas: exclusión, identitarismo, mayor discriminación y una normativa específica que se nos aplique solo a nosotras. Y eso también afecta a las niñas y mujeres, porque en todos estos años de convivir con partidos xenófobos todavía es hora de que alguna de estas formaciones haga una sola propuesta concreta para mejorar nuestra situación. De hecho, con la apropiación indebida que hacen de nuestras reivindicaciones empeoran la situación porque nos roban la voz con la que podemos decir las cosas y nos hunden en la miseria del racismo. ¿De qué manera ayudará Silvia Orriols a una mujer con pañuelo y sometida al marido si le impide el empadronamiento o el acceso a una ayuda social? He aquí una forma retorcida de aleación sólida entre racismo y machismo.

Uno de los mayores peligros de esta usurpación es que acabemos callando para no fomentar nuestra propia discriminación en tanto que inmigrantes, que de nuevo seamos las mujeres las que tengamos que cargar con la responsabilidad de un odio que, de hecho, no nos necesita para justificar sus postulados. No somos nosotras las que hemos inventado el racismo. Ni el machismo de raíz musulmana que, por otra parte, tanto se parece al de raíz cristiana. En la extrema derecha no somos bienvenidas aunque hablen por nosotras y la izquierda se equivocaría una vez más si optara por negar la realidad que los ultras utilizan en beneficio propio.

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