De árboles, libros y política

La carretera llega a un pueblecito ocre de las Garrigues entre campos y molinos de viento. El presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, ha elegido un rincón en un campo a la sombra de un magnífico abedul para conversar con el ARA.

Es la primera vez que le vemos en libertad después de más de tres años y medio. Esta vez no hay cristales entre nosotros, no hay que hablar por un interfono, ni nadie tiene prisa. No hay puertas de hierro que se cierren detrás.

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La conversación es diferente, igual de intensa pero menos atropellada. Cuixart lleva una camisa blanca que hace pensar en los versos de Pasolini.

Quien ha sugerido el escenario de la grabación es su mujer, Txell Bonet, la misma que hizo los larguísimos trayectos a Estremera con su hijo de meses y que, posteriormente, dio a luz a otro niño que hoy tiene veinte meses y que permite conectar algunos puntos de la personalidad política de Cuixart. Dentro de la cárcel, el presidente de Òmnium leyó el clásico de Henry David Thoreau, Walden o la vida en los bosques. Un clásico libertario, importante para el movimiento de vuelta a la naturaleza, la vida sencilla y la resistencia individual frente a un gobierno considerado injusto. “Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentándome solo a los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que me podía enseñar; para no tener que descubrir, cuando tuviera que morir, que no había vivido”, escribe Thoreau, que se estuvo en una cabaña durante dos años, dos meses y dos días de camino dedicados a conectarse con la naturaleza y su libertad. El niño que hoy corre y ríe, engendrado en prisión, se llama Camí Walden.

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Cuixart entró en prisión siendo el presidente de Òmnium y sale también como presidente para conmemorar el sexagésimo aniversario de una entidad civil pensada para proteger y promover la cultura catalana. Òmnium hace política, pero ha conseguido situarse en una posición por encima del partidismo dentro del mundo soberanista.

Su perfil activista le ha situado en el foco de alerta de Amnistía Internacional y del Consejo de Europa, y confía que el apoyo de los tribunales europeos, cuando llegue, legitimará internacionalmente el camino emprendido.

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Cuixart lanza varios mensajes en la entrevista: Òmnium continuará presionando la acción política desde la calle y “la mesa de negociación está condenada al fracaso si no se escucha a la gente”. Mantiene la defensa de la “lucha no-violenta que es la desobediencia civil”, y deja claro que “no es una opción nada descartable” que vuelva a prisión.

Cuixart considera que la fractura social no se producirá si se mantiene la lengua como un elemento de cohesión social en el país y destaca la posición del PSC históricamente en este sentido. La protección de la lengua, el acuerdo transversal, se construye con activismo y abrazos.

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El INFINITO EN UN JUNCO

Otro libro planea sobre las páginas del ARA Diumenge con una entrevista a la más parecida a una hada de las palabras, las historias, el saber y la cultura que ilumina y acerca. Se llama Irene Vallejo y su libro, El infinito en un junco, se ha convertido en un fenómeno internacional. Vallejo escribió un ensayo erudito con toques de novela de aventuras cuando creía que sería el último que podría escribir antes de tener que dedicar todo su tiempo a los cuidados familiares. De este apasionado último intento para salvar las palabras, el saber, las ideas, el conocimiento, la cultura, ha salido un libro curador en tiempo de dolor y repliegue. Habla de bibliotecas míticas, de sirenas, de jinetes que cabalgan para combatir la oscuridad y amazonas que reparten sabiduría. Vallejo, con los ojos abiertos por la sorpresa de su éxito, explica cómo los libros han salvado las ideas y cómo la ignorancia y el fanatismo los convierten en cenizas.

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Su actitud de tejedora de complicidades coincide y contrasta con la semana en que un partido de ultraderecha señala y amenaza a un editor de una revista satírica y hace recordar que la ignorancia siempre ha quemado la letra escrita. “Allá donde se queman libros se acaba quemando personas”, escribió Heinrich Heine profetizando lo que acabaría pasando después de la quema de libros de 1933 en Berlín y Múnich organizada por la federación nazi de estudiantes. La llamaron Acción Contra el Espíritu Antialemán y fue una pieza más de la persecución sistemática de autores judíos, marxistas, pacifistas, ya fueran Brecht, Freud, Mann, Zweig, Benjamin, Luxemburgo, Einstein o Marx. Qué exageración conectar los dos temas, ¿verdad? No sé qué me ha llevado a esto, pero quizás habrá que estar alerta.