¿Armados exactamente para qué?

Pedro Sánchez salió a anunciar el –brutal– incremento en gasto armamentístico de España con cara de funeral. Se entiende: es una política contraproducente para la imagen que hace tiempo que el presidente español se afana por construirse, de líder progresista que resiste los embates de las oleadas neofascistas internas y externas. Más concretamente, le genera problemas y malestar internos con Sumar, y aún peor: debilita aún más a Sumar, en la medida en que los votantes del espacio político conocido como "la izquierda del PSOE" ven como el partido de Yolanda Díaz no hace más que tragar ranas a cada consejo de ministros, para conseguir muy de vez en cuando aisladas victorias de la pierca. En las encuestas, según quien las encarga y con qué intenciones, los socialistas aguantan más o menos el tipo, pero Sumar siempre sale desplomándose en intención de voto. Y Sánchez sabe que les necesita para tener opciones de volver a ser presidente, como él quiere, en el 2027.

Por otra parte, estos más de diez mil millones en armamento (o ese 2% del PIB: se diga como se diga sigue siendo una barbaridad) tampoco concuerdan con los movimientos de Sánchez como líder europeo antitrumpista, capaz de acciones audaces como ir a hablar con el gobierno de China en plena tormenta de los aranceles, a riesgo de que uno de los macarres Tesoro, Scott Bessent– tuviera a bien indicarle a Sánchez que esto era como "cortarse el cuello". La política de rearme es asumida por toda la Unión Europea y Sánchez y el gobierno español en ello se limitan a hacer los deberes que les imponen en Bruselas, pero en cualquier caso es trumpismo puro, una forma de doblegarse ante las acusaciones que suele repetir el presidente americano en los países europeos de haber sido indolentes y sufridos –a exp. Sin decirlo explícitamente, la casi siempre incomprensible Ursula von der Leyen parece asumir estas acusaciones, mientras que Mark Rutte defiende a pie ya caballo ya toda ultranza el rearme de Europa, hasta el extremo de que más que un secretario general de la OTAN parece el lacayo de Vance, Hegseth, Rubio.

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Ese salto del presupuesto español es, en resumen, un purgante para Sánchez y sus intereses. Tampoco es creíble la promesa de que el gasto armamentístico no trastocará al social: ya hace días que Rutte rechazó que la inversión en ciberseguridad, terrorismo y control de fronteras pudiera computar en el porcentaje del PIB de presupuesto en defensa, y se vigilará que los Estados miembros cumplan con partidas destinadas a gasto estrictamente militar. Por otra parte, todavía nadie ha dicho abiertamente a qué propósito obedece este dineral obsceno dedicado a armas y tropas: ¿a qué responde invertir en armas, en un mundo ya armado para ser arrasado en varias ocasiones y en el que la correlación de fuerzas será siempre desfavorable en Europa? En España sonríe un Pedro que de apellido no se llama Sánchez, sino Morenés.