El aterrizaje de la utopía

Cuando se ha cabalgado la utopía, el aterrizaje siempre es difícil, y más cuando el final ha sido un choque frontal con la realidad, un muro tan espeso que desmenuza las fuerzas que se han ido a estampar. Y hay que valorar y apoyar a quien es capaz de reconocer los hechos, de recoger los fragmentos esparcidos y empezar a reconstruir sobre una base más realista y más sólida.

Hablo del independentismo, claro. Me parece que no se ha dado valor suficiente al cambio radical de política que ha hecho Esquerra Republicana. Esquerra es el partido independentista desde siempre, y tiene una historia en breve centenaria. Es el partido que en la etapa democrática actual volvió a hablar de independencia, y aceptó una posición relativamente marginal en el Parlamento para poder mantener sus opciones, tanto tiempo minoritarias. Después jugó a fondo la carta del independentismo, cuando se fue sumando tanta gente, y asumió sus consecuencias; pero muy pronto comprendió que por ahora no existe ni la fuerza ni las circunstancias mínimas para conseguirla. Y supo aceptar la realidad, es decir, la necesidad de seguir haciendo política en el marco autonómico y seguir tratando de mejorar la vida de la gente. Y dejar de vender humo, lo que no significa renunciar a la utopía de la independencia, pero comprender que no será el próximo año cuando se conseguirá.

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La renuncia a los sueños es costosa, y hay quien les sigue alimentando aunque sea con humo; cuando se dice que el independentismo se ha terminado, yo creo que falta hacer una distinción esencial: lo que se ha terminado es el Proceso, en tanto que suponía un camino concreto para alcanzar la independencia; el Proceso y sus contradicciones han dejado de ser el principal eje de la política catalana y de las preocupaciones de la gente. La última encuesta del CEO, de julio de este año, muestra que el apoyo a la independencia de Catalunya ha descendido hasta el 40% de la población, y la oposición alcanza ya el 53%, la cifra más elevada desde 2016. Y muestra otro dato importante: un 43% de los encuestados opina que el tema prioritario para el gobierno de Catalunya debería ser la reducción de las desigualdades sociales. Es la cuestión más señalada, con mucha diferencia numérica respecto a otros problemas.

Sin embargo, es evidente que muchas de las personas más movilizadas por la causa de la independencia siguen considerándola como el objetivo central, y, en esta etapa, han ido adoptando dos actitudes diferentes: o la decepción, que las lleva a la crítica a los partidos ya dejar de votar, o la voluntad de mantener el sueño, aunque sólo sea mediante los mensajes sarcásticos en las redes y el voto a quien les siga prometiendo que si queremos, podemos, aunque nunca explique ni cómo ni cuándo será posible.

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En esta situación, reconozco que para muy independentistas debe ser difícil votar a Esquerra Republicana, que ya no promete nada inmediato y trata de navegar con realismo en un presente confuso y poco favorable. Desde el punto de vista electoral, Esquerra se ha derrumbado, y parte de sus votantes apoyan a Junts, sobre todo ahora que, por el azar de la aritmética electoral española, puede humillar al PSOE y arrancarle algunos beneficios. ¿Hasta dónde podrá tensar la cuerda? No lo sabemos; la tentación de derribar al actual gobierno y demostrar quien manda debe ser ciertamente muy fuerte. Pero esperamos que no olvide cuál puede ser la alternativa; a menos acaben predominando, como está empezando a ocurrir, las tendencias derechistas que le acercan al PP, tan necesidad de apoyos que no se puede excluir un giro de alianzas, como ya ocurrió entre Aznar y Pujol.

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Mientras, es ERC quien más está pagando el precio del fracaso independentista; como suele ocurrir en las derrotas, quien las ha capitaneado se rompe, se deshace, por motivos que aparentemente se deben a luchas personales, alevosías, enredos de todo tipo, rivalidades. Es conocido: las victorias unen, las derrotas dispersan. No conozco las interioridades de Esquerra ni me interesan especialmente; desafortunadamente, todos los partidos se ven afectados por este tipo de achaques, debidas en buena parte a las peleas de egos demasiado prepotentes. Pero visto desde fuera, es inevitable pensar que Esquerra Republicana ha tenido mucho mérito y mucho coraje al llevar a cabo un vuelco político dificilísimo, el de saber bajar a la realidad por dura que sea, empezar de nuevo y ayudar a la gobernabilidad de Catalunya . Y que sería una pérdida colectiva que este partido, que indudablemente representa una parte muy importante de la población al combinar las posiciones de la izquierda con un catalanismo a ultranza, se desmenuzara en un próximo congreso o emprendiera, a la desesperada, la competición con Junts por mantener una utopía que ya demostró su inviabilidad en esta coyuntura.