Alberto Nunez Feijoo en la manifestación de Madrid
13/12/2025
3 min

"Después de lo visto, la lección de feminismo se lo debieron explicar a los prostíbulos", dijo, en sede parlamentaria, Alberto Núñez Feijóo dirigiéndose al presidente Sánchez, con el rictus tenso de quien cree haber hecho diana. La política española vive una situación complicada, con la extrema derecha ganando presencia e iniciativa en todas partes, capitalizando un malestar que debilita la resistencia de Sánchez. Y Feijóo, atrapado en sus complejos, en vez de dar consistencia a una alternativa, limita toda su presencia pública a la criminalización del presidente del gobierno con una escalada grosera que roza el ridículo. En medio de los procedimientos judiciales abiertos recientemente contra socialistas y exsocialistas, ha hecho del sexo su tema. ¿Hasta dónde piensa llegar?

Feijóo parece orgulloso de sus ocurrencias, desplegadas en el Parlament como si fuera un café de barrio. ¿De verdad cree que el debate político de máximo nivel del Estado debe derivar hacia ese alud de grosería y frivolidad? ¿Es con ese exhibicionismo infantil que se pretende ganar la confianza de los españoles? Después, los políticos se sorprenden de la mala reputación que tiene su trabajo. Feijóo aspira a relevar a Sánchez a la presidencia del gobierno: es el rol que le corresponde como jefe de la oposición, pero ¿realmente cree que ese show de chuleta de barrio será premiado con la confianza de los ciudadanos?

¿Qué tiene que proponer? ¿Qué haría si estuviera en el lugar de quien manda? ¿Qué proyecto tiene para los próximos años? ¿Cuál es su visión del mundo y qué puede ofrecer a los españoles? Lleva ya una cierta "mili" haciendo de adversario número uno del presidente, pero cada vez su cruzada es más a ras de suelo. Una vez Sánchez esté fuera, ¿qué? Silencio. ¿No tiene otra forma de atraer la atención de la ciudadanía que jugar a ver quién la dice mayor contra el presidente? ¿No tiene una sola cosa concreta de interés general en proponer para encuadrar su discurso? Los hombres por sus actos los conoceréis. Alguien que para poder aspirar a gobernar necesita destruir la imagen del adversario es sospechoso de escasa confianza en sí mismo: incapaz de ganar por méritos propios hay que vestir de demonio al otro. ¿Pero Feijóo qué ofrece de nuevo a la ciudadanía? No le importa, porque las políticas económicas y sociales no las va a decidir él, sino los que realmente mandan.

¿De verdad que debemos normalizar y aplaudir la mentira sistemática, la manipulación de los hechos, la negación del adversario como principio? ¿De verdad que una política democrática se legitima sin otro criterio que satanizar al adversario? ¿No tiene nada que proponer o le da miedo proponer lo que tiene? ¿No es consciente Feijóo de que con esta estrategia le está haciendo el trabajo en la extrema derecha, que, mientras él ladra contra Sánchez, está capitalizando el malestar de la parte de la ciudadanía que le rechaza, prometiendo la salvación de la patria descabalgando a los traidores que la gobiernan? No es de extrañar que cada vez haya más electores de la derecha que, entre las ocurrencias de Feijóo y las exaltaciones de Abascal, giren hacia la radicalización. El gran balance de Feijóo puede acabar siendo haber puesto al PP a remolque de Vox. Todo un éxito.

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