En un decorado de cartón piedra ha jurado la Constitución Leonor de Borbón. En una ceremonia dignificada por el discurso de la presidenta del Congreso, Francina Armengol, hábil cuando pone la voluntad popular como la razón de ser del Congreso de Diputados y adopta un tono aspiracional hablando de una España próspera, diversa y progresista. Un discurso más simbólico que real porque Armengol solo ha podido dirigirse a una parte de los representantes de la soberanía popular. Las ausencias pesan más que las presencias. Por mucho que los máximos representantes del Estado desplieguen simbolismo y protocolo, la institución de la monarquía no está hoy por encima de los retos políticos. La ausencia del president de la Generalitat y del lehendakari, a diferencia de la jura de Felipe VI, son el ejemplo de la ruptura del papel moderador y representativo de la monarquía. La operación Leonor culmina el intento de pasar página a los escándalos de su abuelo, pero Leonor carga con los errores políticos de su padre. Si la monarquía es difícil de justificar en el siglo XXI aún lo es más desde que Felipe VI desgarró el papel moderador en octubre del 2017. La ausencia de los diputados, senadores y presidentes que representan a las naciones que forman el estado español dejan la operación Leonor en un gesto vacío. Armengol recordó a Estellés con "lo que vale es la conciencia de no ser nada si no se es pueblo", y pueblos hay algunos que no estuvieron representados en la ceremonia.