Balón de Oro para un fanfarrón

1. Este lunes, en París, cuando ya hará horas que estará oscuro en la Ciudad de la Luz, Vinícius recibirá el Balón de Oro que lo entronizará como mejor futbolista del mundo del 2024. Su año, ciertamente, ha sido espectacular. Nadie ha desequilibrado tanto como él y, si el Madrid ganó la Liga e hizo partidos espectaculares en la Champions fue, en buena medida, porque el extremo brasileño fue imparable. El premio es, futbolísticamente, merecido. Y si hoy, cuando se abra el sobre, ya no habrá emoción alguna será porque, encima del césped del Bernabéu, cuando Gavi le enseñaba los cuatro dedos de una mano –en referencia al 0-4 del marcador–, el bocazas de Vinícius le respondía “Pero el lunes, en París para el Balón de Oro”. Así es él. A tu equipo le están jodiendo un adobe, pero tú pensando en tus reconocimientos individuales en un deporte colectivo.

2. Y es que Vinícius, un superdotado para el fútbol de alta velocidad, no es ejemplar en casi más. En el campo, no se calla. Se mofa de los rivales con una altivez ofensiva. Cuanto menor es el rival, más la humilla con una frase envenenada. Tampoco tiene respeto por los árbitros. Protesta sin cesar, se gana cuatro tarjetas amarillas en cada partido, pero, para vestir la camiseta que viste, tan sólo enseñan una. Y gracias. A las aficiones rivales, a menudo las provoca con todo tipo de gestualidades irrespetuosas. En ningún caso su actitud poco deportiva justifica ni uno solo de los insultos racistas que recibe por estos campos de Dios. Por todo ello, Vinícius, que estuvo al borde de jugar en el Barça, ya nos está bien que gane el Balón de Oro con el Madrid.

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3. Vinícius, como Rodrygo Goes, había llegado a un acuerdo para jugar en el Barça. Rodrygo lo ha reconocido en más de una ocasión y le han estirado las orejas. Vinícius, pícaro, nunca lo ha confesado. Pero él sabe la verdad. En abril de 2017, en un reservado del primer piso del restaurante La Venta, en la avenida del Tibidabo, el Barça y la familia de Vinícius, que entonces tenía 16 años, llegaron a un acuerdo. A la hora del café, el director general Óscar Grau, Raúl Sanllehí, Robert Fernández, el inefable André Cury, el padre de Vinícius y el representante del jugador encajaron las manos. Habían pactado todas las condiciones y brindaron. Su agente dijo tener un viaje a Brasil y que, cuando volviera a Europa, firmarían el contrato. En vez de irse a Río, cogió el puente aéreo, se fue a Madrid y negoció con Florentino Pérez. El presidente del Madrid, que se había jurado y perjurado que no volvería a sucederle como con Neymar, que el Barça le arrebató cuando ya lo tenía cuello abajo, dobló las condiciones. Si Barça y Flamengo habían pactado 20 millones de traspaso, el Real Madrid pagó 40 al club de origen y una mejor comisión para el representante. Así se escribe la historia.

4. ¿Y Mbappé? Qué triste papel. Llegó al Madrid, siete años tarde, con dos intenciones: cumplir su sueño de niñez y ganar el Balón de Oro y la Champions que con el PSG se le escapó, repetida y tozudamente. Habiendo estado a la sombra de Neymar y de Messi en París, hoy verá como a Vinícius –el individualista que no le suele pasar el balón cuando él está en mejor posición– sí lo entronizan como mejor del mundo. Y las críticas, en Madrid, comienzan a apretar a Mbappé. Contra el Barça, en la noche del 0-4, el francés cayó en orsai hasta en ocho ocasiones, como un pardillo. Marcó dos goles, ambos bien anulados. La portada de El Équipe, “La humillación”, con el Barça celebrando el 0-4 en el Bernabéu, era un mensaje dirigido al traidor: Mbappé. El PSG venía a Montjuïc y, frente al Barça, marcaba cuatro goles. Ahora les hace el Barça, en Chamartín. La estrella es Vinícius, él está en la diana y en Suecia le salpican con un escándalo sexual. Siempre se puede caer más bajo.

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