Banderas que se lleva la derecha

El caso Cerdán, con toda su densa y tóxica polvareda, le ha valido a la derecha española poder levantar por fin una bandera que llevaba tiempo disputando: la de la lucha contra la corrupción. Se han pasado años inventando o hinchando escándalos sin más pruebas que las falsas noticias aparecidas en medios de ultraderecha, apuntalados por jueces y fiscales que no dudaban en utilizar la justicia como arma política. Es precisamente corrupción, y de la peor clase, el uso fraudulento de los tribunales y la manipulación mentirosa del periodismo con el fin de destruir al adversario político. Sin embargo, son prácticas que han sido habituales en España durante los últimos trece o catorce años, como saben bien los independentistas catalanes y las fuerzas políticas a la izquierda del PSOE, como Podemos o Sumar. La difamación, la calumnia, las falsas noticias y las falsas pruebas forman parte de la dieta informativa y de la agenda periodística. La novedad con Pedro Sánchez era que estas armas fueran utilizadas contra un presidente del gobierno español, al que se empezó por negar incluso la legitimidad para ocupar el cargo. Era un juego sucio y peligroso, pero hasta cierto punto irrelevante mientras no apareciera suciedad en el entorno presidencial.

Finalmente, ha aparecido, y lo ha hecho de forma espantosa, con un nuevo espectáculo de vulgaridad digno de los tiempos del chalet de las orgías de la trama Gürtel o de las aventuras de Luis Roldán en Laos. Esto ha tenido el efecto de dar una pátina de credibilidad a las acusaciones anteriores, por falsas que fueran, y de minimizar la corrupción del PP, que todavía hoy arrastra un haz de causas pendientes o cerradas en falso (empezando por la que afecta a la sede central del partido en la calle Génova de Madrid, pagada con dinero negro), y la de Vox ya ha pagado con dinero negro); irregular y que tiene historias tan edificantes como la del atentado contra Aleix Vidal-Quadras, relacionadas justamente con la procedencia del dinero.

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No importa. Con o sin razón, ahora la bandera anticorrupción está en manos de la derecha ultranacionalista española. También se han hecho suya la bandera de la libertad, logrando establecer la demagogia según la cual la izquierda prohíbe, mientras que la derecha facilita la vida a la gente, aunque sea al precio de caer en discursos anticientíficos, negacionistas o discriminatorios. La bandera de España, con toda su carga como símbolo nacional, por supuesto que también es suya, pese a los torpes esfuerzos de la izquierda española para tratar de competir en este ámbito. Y atención, porque las banderas actualmente disputa son las del feminismo (con la consigna de no enfrentar a las mujeres contra los hombres) y la del catalán y la diversidad lingüística (con el argumento del "bilingüismo cordial") y la de la protección del medio ambiente (que no debe ser incompatible con el desarrollo económico). Si la izquierda se desliza un poco más, al cuarto de las banderas solo le quedarán las de los populismos más gastados.