Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo durante el cara a cara de ayer.
17/07/2023
3 min

"Tú me das cremita, yo te doy cremita", parecen decirse Feijóo y el traficante de cocaína Marcial Dorado mientras nos miran desde el yate del segundo. Te tengo en el bote, debió de pensar el narco que como tantos “empresarios” gallegos pasó del contrabando de tabaco al tráfico de estupefacientes que daba aún más pasta para untar al partido de Don Manuel Fraga Iribarne que en paz descanse. Eran tiempos de bipartidismo “imperfecto” donde no estaba tan mal visto que un dirigente político fuera colega de un contrabandista aunque a este ya le hubiera salpicado la Operación Nécora que hizo famoso a Garzón en España.   

Y mientras aquella foto parece que ni le roza a Feijóo (y tampoco le preguntan por ella los periodistas) Gad3 parece decir a todos los que quieran leer sus números en el periódico ABC que volvemos al bipartidismo “imperfecto”. La encuestadora de Michavila dice que el PP estará por encima de los 150 diputados y que el PSOE superará con holgura el centenar, al tiempo que Sumar y Vox tendrán difícil llegar a los 30. Las demás encuestadoras no hacen previsiones tan pesimistas para la izquierda, pero se ha instalado la idea de que el bipartidismo podría volver e incluso que el amigo del narco podría hacer mucho daño al PSOE y a Sumar pidiéndoles el voto de sus diputados para gobernar sin Vox, si los números finales no hacen viable un gobierno del PSOE con los partidos de Sumar y con el apoyo de todos los indepes, del PNV y de casi todos los demás.

Las buenas expectativas electorales del PP en las encuestas se deben en gran medida a la absorción del electorado de Cs y también de una parte creciente del electorado de Vox. Habría más de medio millón de electores del PSOE que se habrían ido (muchos Cs mediante) al PP para no volver jamás.

Suena razonable entonces eso de que volvemos al bipartidismo imperfecto, pero no se lo crean. A pesar de lo que creen muchos politólogos, los resultados electorales no definen necesariamente los sistemas de partidos y mucho menos el régimen político.

La clave del sistema político del 78 no era la hegemonía electoral del PP y del PSOE sino los llamados consensos de estado que compartían esos partidos entre sí y también con los partidos alfa de los subsistemas catalán y vasco; el PNV y CiU. En aquellos tiempos, ETA servía como pegamento de un consenso antiterrorista que aglutinó a amplísimos sectores políticos, que garantizó la hegemonía del PNV en Euskadi y que no se aplicara jamás la disposición transitoria cuarta de la Constitución que habla de la unión de Euskadi con Navarra.

Hoy la izquierda abertzale puede ganarle las generales al PNV y sus portavoces incluso reciben simpatías en sectores de la izquierda en todo el Estado. En Catalunya, a pesar de todo, el independentismo es mayoritario en el catalanismo político y el gobierno de la Generalitat lo encabeza ERC.

Lo que viene si la derecha forma gobierno no es un sistema bipartidista, sino una dirección de estado iliberal de estilo italiano con inmensos apoyos mediáticos y judiciales. Si no llegan a la mayoría absoluta y el PSOE se abre a negociar, ya se pueden imaginar lo que llegará. Y ese es el problema, que mientras el PP tiene claro lo que va a hacer en cualquier caso, del otro lado casi nadie reivindica al bloque plurinacional que hizo posible el gobierno que, a pesar del PSOE, más avances sociales ha conseguido en nuestro país. Ojalá en esta recta final alguien en la izquierda reivindique sin complejos ese bloque plurinacional que sigue siendo hoy la única opción para que el amigo del narco no empiece a construir el nuevo sistema político que no se parecerá al del 78.

Pablo Iglesias es doctor en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid, ex secretario general de Podemos y ex vicepresidente segundo del gobierno español
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