Carles Puigdemont en una sesión en el Parlamento Europeo en Estrasburgo (Francia).
04/12/2023
2 min

Parece como si la amnistía, cuando ha empezado su tramitación, ya le hiciera cosquillas a Carles Puigdemont. Seguro que sabe que, por muy bien que vayan las cosas, su vuelta no es para pasado mañana, pero con sus bromitas y confidencias al presidente del PPE, Manfred Weber, líder en el proceso de radicalización de la derecha, diría que ya está pensando en una nueva etapa de camino a casa. Los resultados electorales le han dado un protagonismo que le ha sacado de la natural melancolía por la huida sin retorno previsible. Y la desaparición del primer plano de escena –forzada, pactada o voluntaria, que habrá de todo– de los dirigentes habituales del Junts de las muchas caras le ha otorgado un plus de visibilidad que es una gran tentación para multiplicar el protagonismo.

Si los acuerdos no avanzan, “podría llamar al PP para plantear una moción de censura”, insinúa Puigdemont. Es broma. "Es imposible porque haría falta que antes el PP dejara de tratarme como terrorista". Pero ya está dicho. Según vayan las cosas “podríamos tumbar los presupuestos”. Es broma, pero queda escrito. Nos podríamos alinear con el PP "en temas económicos". Es broma, pero Feijóo está tan ansioso que se ve obligado a salir a la palestra, haciendo el ridículo, para decir que “no podríamos aceptar sus condiciones porque son ilegales y atentan contra la Constitución y la igualdad de los españoles”. Puigdemont, de forma consciente o inconsciente, está pensando ya en el día siguiente. Y quien primero le viene a la cabeza es el PP. Es decir, que está dando la razón a Pedro Sánchez cuando justifica la amnistía como un paso "coherente para normalizar Catalunya".

Esto que le sale a Puigdemont son cábalas de la nueva situación. Y si los acuerdos se van concretando poco o mucho, en la agenda de su regreso estará el futuro de Junts. En una etapa nueva, que Puigdemont parece anticipar, que los llevará al territorio que nunca debían abandonar, buscando recuperar complicidades con los poderes económicos, para desempeñar el papel de una Convergència actualizada. La derecha que ahora no tenemos. Y, por tanto, ser capaz de jugar ambas cartas –PP o PSOE, según toque–. Pese a que Feijóo no se lo pone fácil subido a la ola reaccionaria que recorre Europa. Torres más altas han caído.

Curiosamente, las bromitas de Puigdemont han coincidido con unas declaraciones del president Pujol. "A mí me parece un buen acuerdo todo lo que significa una mejora, pequeña o grande", ha dicho. Y ha añadido: "La estrategia del todo o nada puede ser un desastre". ¿En qué estaría pensando?

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