Caos organizativo en la Comunidad Valenciana

El desastre colosal causado por la gota fría que cayó el pasado 29 de octubre ha puesto sobre la mesa la extrema dificultad de resolver en el menor tiempo posible el retorno a una normalidad aceptable. Han pasado tres semanas largas y las mejoras son muy limitadas. Nos encontramos ante un problema que exige grandes capacidades organizativas. Y no están o no han aparecido.

Un primer problema es la falta de planes de contingencia. Como sabemos, es uno de los escarnios más crueles de la mala actuación del gobierno de la comunidad autónoma valenciana. Haber eliminado, como una de sus primeras medidas, el “chiringuito” –así le llamaron– de la Unidad Valenciana de Emergencias ha resultado ser un error gravísimo, bien previsible. Pero tampoco parece haber planes de prevención civil en caso de emergencia por inundaciones. El negacionismo ya no era sólo climático, sino que era negacionismo del buen gobierno: una apuesta descarada por vivir y administrar contando con la buena suerte. Ya hace milenios que se sabe que tanta imprevisión es una receta para el desastre.

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¿Si no hay planes de prevención, cómo movilizar a expertos –personas, empresas o instituciones– que puedan atender rápidamente una emergencia por desastre natural? Ya se ha visto que la generosísima movilización de voluntarios ha sido emocionante, pero carecía de un diseño de conjunto de qué hacer, cómo hacerlo y con qué orden. Hacía falta planificación y organización. Hay individuos que, afortunadamente, poseen capacidad organizativa. Seguro que muchos de ellos se implicaron en colaborar en la buena gestión de la postinundación y hicieron lo mejor que podía hacerse en la escala de sus fuerzas o de las fuerzas que movilizaron. Entre estos individuos con talento organizativo seguro que ha habido empresarios, acostumbrados a organizar bajo la presión de la escasez de tiempo disponible, constructores de edificios y, sobre todo, de obra pública, acostumbrados a coordinar maquinaria pesada, trabajadores en espacios cambiantes , gestores de redes de transporte y comunicaciones que deben hacer frente continuamente a incidencias en el servicio y en la red y, siempre, el ejército, que dispone de personal abundante y en guardia, y equipamiento, ante posibles alertas.

El ejército ha sido, históricamente, la pista de pruebas para la capacidad organizativa dado que en su acción se reúnen todos los elementos de la complejidad, de la exigencia de coordinación, del desplazamiento territorial, de la movilización de personas y del uso de grandes equipos y material, además de la disponibilidad permanente. De hecho, históricamente, las nuevas redes ferroviarias del siglo XIX movilizaron talento organizativo de los ejércitos para dirigir a las compañías ferroviarias, durante la construcción de las redes, muy compleja, y después durante su gestión ordinaria. En un ámbito similar, de menor escala, pero siempre vital, están los bomberos.

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No debe extrañarnos que entre los ingenieros militares y los ingenieros civiles siempre haya habido una relación muy estrecha. Unos y otros se dedican profesionalmente a desplegar y supervisar iniciativas organizativas complejas ya hacer frente, aún más complicado, a accidentes e imprevistos. Tanto las redes de transporte como las de energía han sufrido graves siniestralidades en algunas ocasiones que han obligado a perfeccionar el rigor de la prevención contra los riesgos de accidente, explosión, choques, hundimientos, desprendimientos, etc. Buena parte de la legislación de regulación de la seguridad pública nace de la reacción a estos desastres.

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Sorprende que, con ocasión del desastre que ha arrasado setenta municipios de l'Horta Sud, la Ribera Alta y la Ribera Baixa, no hayan aparecido más iniciativas de aquellas empresas especializadas en capacidades organizativas complejas ofreciendo mayor ayuda directa. Han aparecido muchos pequeños empresarios y personas físicas, como es propio del País Valencià, pero pocos grandes empresarios poniendo a disposición su maquinaria y organización con fines públicos. Más llamativa ha sido la inexistencia de planes de contingencia del gobierno autonómico movilizando todos los recursos a su disposición. En ausencia de planes de emergencia y de diseño organizativo previo, es inevitable recurrir al ejército, que dispone de medios y capacidad organizativa para urgencias. Tampoco es raro que sea en el ejército donde aparezcan currículos adecuados para las tareas de reconstrucción. Pero, por parte de una administración autonómica, civil, es una dejadez grave confiar su rescate a la administración militar. Quiere decir que no se había tomado ninguna medida de prevención y se confiaba la seguridad de los ciudadanos a la buena suerte. Por no hablar de dejar construir viviendas e infraestructuras de transporte en zonas inundables y, aún peor: con autopistas y la muralla de la canalización del Turia. He aquí los problemas que no se han arreglado y que siguen reclamando toda la atención ciudadana.