Capital mundial de la conectividad (con asterisco)

El control político del mundo pasa hoy por el control de la conectividad. De modo que el congreso de telefonía móvil son 100.000 congresistas de todo el mundo que vienen a Cataluña a reunirse en torno a la tecnología que tiene el poder infinito y simultáneo de conectar el planeta, ordenarnos la vida privada y pública de acuerdo con nuevos parámetros y, también, indecentemente utilizada, desconectar a las personas hasta hacerlos. Y ahora, además, esta tecnología ha empezado a suplantarnos artificialmente a mayor velocidad y mayor potencia que nunca. Visto así es como si el mundo del que no podremos escapar, para bien y para mal, viniera cada año hasta nuestra casa para explicarse. Y esto está muy bien. Al igual que está muy bien el negocio que operadores tan distintos como taxistas autónomos y grandes cadenas de hoteles harán estos días.

El próximo año hará veinte años que el MWC vino a Barcelona, ​​y permanecerá hasta el 2030 como mínimo, por lo que lo que empezó siendo una relación incierta ha acabado siendo un matrimonio estable que ha tenido la capacidad de convertir Barcelona en una especie de capital neutral para la discusión del futuro de la conectividad, con su pequeño pero creciente ecosistema. Y éste es un éxito que hay que reconocerle en la Fira, con su equilibrado sistema de gobierno y su diplomática gobernanza.

Cargando
No hay anuncios

La narrativa política de estos días es más corta de miras. El rey ha visitado el stand de la Generalitat y todo es orgullo y satisfacción. Todo lo contrario que en los andenes de Cercanías de la R2 Sur. Un país como Cataluña que organiza el concilio mundial de la tecnología no puede tener un servicio de Cercanías en el que la conectividad con el usuario es demasiado a menudo inexistente y el servicio público es indigno de ese nombre. Presidente, póngase las pilas.