Carta 'inédita' de Oriol Bohigas al alcalde Collboni

Querido alcalde Collboni, os escribo desde la ultratumba. Ya lo ven, me cuesta dejar de decir la mía. Quiero demasiado a Barcelona. Este sábado 20 de diciembre habría cumplido 99 años. Estoy, pues, a las puertas de un centenario que no hace falta que celebre. Sobre todo no lo hizo por obligación. Me parece muy bien que me haya olvidado rápidamente, toca dar paso a los jóvenes, a la renovación, a políticas radicales y rompedoras. Y por eso os escribo: porque lo echo de menos, todo esto. Veo que su idea bastante, profundamente conservadora, es un adocenado y populista Pla Endreça para responder a los miedos de la gente. ¡Hombre! Esto es como lo de los soldados, que el valor se les supone.

La limpieza y la seguridad van con el cargo, son el abecé de un alcalde. ¿No tiene nada más estimulante, ninguna otra idea de ciudad que mire al futuro? ¿Qué porvenir se imagina para Barcelona? Y no estoy pensando en su futuro como alcalde, en caso de que consiga mantenerse en el despacho de la plaza Sant Jaume más tiempo. Estoy pensando en la ciudad dentro de 50 años. ¿Una ciudad eléctrica y verde, rellena de árboles y tejados vegetales? ¿Una ciudad totalmente conectada digitalmente, inteligentemente empantada? ¿Una ciudad superculta, rebosante de libros, teatros, música y arte? ¿Una ciudad de la ciencia y la investigación? ¿Una ciudad socialmente más justa? ¿Pensáis en todo esto? ¿Alguien piensa? Me da la impresión de que poco, la política vive atrapada en el instante de cada polémica, de cada pequeña decisión sectorial, anclada en el escandalismo de las redes y de los titulares, y, en su caso, sobreviviendo en una sonora minoría política.

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Sí, ya sé que tiene el apoyo de los gobiernos socialistas catalán y español. Y ya he visto que ha recuperado la idea del metro por Montjuïc y que ha convencido a la señora Thyssen para que lleve un grupo de cuadros al Comedia. Mejor eso que nada, claro. Las grandes inversiones de futuro con visión metropolitana son importantes y las jugadas glamorosas pueden servir a corto plazo, pero no es suficiente. Falta una visión, un horizonte compartido, una idea bastante que empape toda la acción de gobierno y que sume voluntades sociales, empresariales, culturales.

Una ciudad es un cuerpo vivo complejo y es una psicología colectiva. ¿Y ahora cuál es el estado de ánimo? Mientras los turistas siguen admirándonos, los barceloneses llevan demasiado tiempo sin hacerse suya Barcelona. Más allá de lo que digan unas encuestas cuyas preguntas ya preconciben el resultado, no le quieren, no sólo por el exceso de visitantes y por los graves problemas de vivienda, dos obviedades, sino porque no se imaginan un futuro mejor. Los barceloneses de hoy sólo piensa en el pasado. No seré yo, que tan sólo tengo pasado, quien reniegue. Entre todos hicimos cosas maravillosas. Tantas, que ahora está muriendo de éxito. Pero toca mirar hacia delante, imaginar y trabajar por una Barcelona nueva, ambiciosa, de progreso para todos.

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El PSC solito, encerrado en su círculo de fidelidades, no podrá conseguirlo. Barcelona, ​​como Cataluña, es una realidad plural y compleja. Y no sólo por la llegada de tanta gente de fuera, a la que no hace falta tener miedo pero que no se puede ignorar como reto a integrar. Sí, digo integrar en lugar deincluir porque el primer verbo implica que existe una realidad propia de la que nos sentimos orgullosos. ¿Cuál? Por encima de todo, el sentido cívico y republicano de ciudadanía, de derechos y deberes, de respeto a la diferencia desde la afirmación de nuestra aportación cultural, empezando por la lengua.

Por cierto, el catalán sí que podría incluirlo como un tercer pilar del Plan Endreça, como un implícito obvio: Barcelona debe ser segura, limpia y catalana. Si no lo es Barcelona, ​​¿qué gran ciudad lo será? Si la capital no mantiene el vigor de la lengua, significa que la condena a una muerte segura. En esto, alcalde, la ciudad también tiene una gran responsabilidad.

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En fin, sólo quería levantar el dedo para deciros cuatro cosas. Si pudiéramos hacer una comida, con sobremesa incluida, para hablar tranquilamente, seguro que entraríamos en más detalles y seríamos más creativos. Pero no podrá. Deberá encontrar otros comensales. Buena suerte, querido alcalde Collboni.