Cataluña, lógica y logística

Puntual como un regalo de cumpleaños, el TSJC tuvo la deferencia de hacer coincidir la fiesta nacional con el anuncio de la anulación de gran parte del decreto que pretendía blindar el catalán en las aulas.

España sigue teniendo el mismo plan de siempre para Catalunya: que pague y que calle. Sobre todo, que pague. Escribo "España" porque cuando la financiación no mejora y el propio gobierno español admite que Cercanías es el peor servicio de todos por culpa de décadas de desinversión, cuando 33 años después del Madrid-Sevilla en AVE todavía no está hecho el Valencia-Barcelona y cuando el catalán en la escuela debe ir jugando al gato y al ratón con los tribunales, estamos hablando de una forma estructural de ejercer el poder en Catalunya, gobierne quien gobierne allá y aquí. Esto es exactamente lo que la cultura política, económica y cultural española entiende por España: sólo el castellano es español, Madrid es el centro y el resto son periferias.

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Esto no quiere decir que no tengamos fortalezas ni margen para ganar (de hecho, ponen especial atención a lo que perciben como una amenaza, como el 20% del PIB, el 25% de las exportaciones y universalidad de Barcelona), pero la problematización constante que hace España de nuestra existencia e intereses acaba por afectar a nuestra autoestima y, a nuestro autoestima. España nos extiende todos los días la invitación a pensar que fácil sería la vida para nosotros si no tuviéramos la manía del catalán.

Hoy es la lengua y mañana será cualquier otra cosa. Da igual que el actual gobierno de la Generalitat hable cada día de normalización y se captenga dentro del autonomismo más respetuoso con la ley. En estas condiciones, la independencia sigue teniendo toda la lógica. El problema es que no ha tenido, ni tiene, ni parece que deba tener, la logística.