Chordà y la cultura amenazada

En el MACBA hay una nueva exposición que no se puede perder, no sólo porque valga la pena artísticamente –que la vale, y mucho– sino porque es un ejemplo de libertad creadora como pocas. La muestra se titula Mari Chordà... y otras muchas cosas y ya lo ha comentado en el ARA Antoni Ribas Tur, de modo que no me desahogaré. Vaya a verla, estará hasta enero.

La cuestión es que las obras del artista y poeta ampostina se exhiben en el gran templo del arte contemporáneo barcelonés en un momento muy oportuno. A ella, que viene del silencio del franquismo y de aquellos años 70 en que empezamos a escribir nuestra historia democrática, le ha tocado entrar por la puerta grande del MACBA cuando tanto aquí como en demasiados lugares la cultura está seriamente amenazada y, con ella, la democracia. Podemos mirar hacia otro lado y el problema no va a desaparecer; seguramente, irá a más. Como conozco a Chordà y su compromiso inquebrantable con el libre albedrío, sé que la actual situación le preocupa.

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Pronto cumplirá cincuenta años de las Primeras Jornadas Catalanas de la Mujer, con motivo de las cuales justamente publicó su primer poemario, que cede el título a la citada exposición. Junto con muchas otras compañeras de lucha, ella fue en aquél evento iniciático haciendo germinar el movimiento feminista en Cataluña, al que tanto debemos como sociedad. Porque vivimos en uno de los países más feministas de nuestro entorno: aquí las mujeres pueden abortar –en Andorra, no–; aquí las personas LGTBIQ+ pueden casarse –en Italia, no–. Por no hablar de la nefasta situación de la diversidad afectiva y sexual y de las mujeres en el vecino Marruecos.

En nuestro país, el auge de la extrema derecha es una espada de Damocles sobre las lenguas, las manifestaciones culturales y todo aquello que suponga una expresión no dirigida, sea individual o colectiva. Allí donde tienen mano los fans del dictador que le amargó la juventud en Chordà –o donde la tenían hasta hace dos días– pasan ahora cosas que no podíamos ni imaginar y que suponen un claro retroceso. En la Comunitat Valenciana empezaron demolizándose las revistas en catalán y ha terminado por suprimirse la formación en igualdad de género como mérito para dirigir el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), como si hoy en día se pudiera programar cultura en un gran equipamiento público sin tener formación en igualdad de género.

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Alguien pensará que no hay para tanto, comparado con los seis años de cárcel a los que acaban de ser condenadas la directora teatral Yevguenia Berkóvich y la dramaturga Svetlana Petriychuk en la lejana Rusia por una obra de teatro por la que las acusan de hacer apología del terrorismo. ¿No les suena un poco al caso de Pablo Hasél? Se empieza por censurar una portada deEl judías, una canción, una pieza teatral y se acaba ve a saber cómo. No es ahora que ha empezado la ofensiva, pero toca ya ponerse a la defensiva. Y qué mejor que acabar con unos versos de Mari Chordà: "A pesar de tal panorama, / no te quedas siempre / dentro del caparazón, / corteza, corteza".