¡Y claro que no le penalizan las 'fake news'!
“Esparce fake news, pero esto no le pasa factura”, nos exclamamos. "¿Cómo pueden ser sus votantes tan estúpidos de creerse las mentiras que dice?", nos preguntamos.
Cuando Donald Trump dice que “los inmigrantes haitianos de Springfield se comen a los perros” su seguidor no entiende que quiera decir que los haitianos cojan las mascotas y las hagan a la brasa. Lo que entiende que quiere decir es que "tienen unas costumbres extrañas, que nos hacen fruncir la nariz". Cuando el gobierno español hablaba de “actos tumultuarios” durante el Proceso y se hablaba de la “violencia ambiental”, los partidarios de la unidad de España ya comprendían que no quería decir que aquello fuera un tumulto y que en el ambiente se pudiera “percibir” violencia, sino que lo que pedían los independentistas era peligroso para sus intereses y sentimientos. En otro sentido, cuando la izquierda habla de "violencia sexual" al referirse al "piquito” no consentido en Jennifer Hermoso, ninguno de los partidarios de la izquierda entiende que aquello sea equiparable a una violación oa un abuso, entiende que el personaje es machista.
Las fake news son las exageraciones o tergiversaciones de nuestras discusiones. Cuando yo le digo “te odio”, le estoy diciendo “me exasperas”. Los discursos se exageran porque todos somos más simples y tenemos menos tiempo para discutir. Es como poner cámara lenta en las películas. Una fake encaminada a remarcar lo que no haría falta. El problema de las fake news no es que alguien se las crea. Es que después de la batalla, la deportividad es imposible, queda el terrible resentimiento.