La claudicación del PP
Todos los caminos llevan a Roma. Después de que Mazón anunciara que dejaba el cargo, con un año de retraso, la primera iniciativa que tuvieron tanto él como Feijóo fue pedir a Vox que se pusiera en marcha para llegar de inmediato a un acuerdo y formar ya un nuevo gobierno. De esta forma, se acaban definitivamente las ambigüedades. Vox está ganando la batalla de la derecha. Y el PP ya le reconoce tener la sartén por el mango. Es el gran éxito de Feijóo. Cuando llegó, el PP era hegemónico en la derecha y Vox apenas empezaba a hacerse notar. Ahora es imprescindible. Solo Vox lo puede llevar al poder y, al mismo tiempo, no deja de recortarle apoyos y de quitarle los votos de gente que, ya puestos, cuando las tropelías neoautoritarias de la extrema derecha ya no son tabú en la lucha contra el mal personificado en el presidente Sánchez, acaba prefiriendo el modelo a la copia. Es decir, la ola reaccionaria que desestabiliza a Europa se está instalando en buena parte de España.
Y el PP, sin capacidad para vestir un discurso propio de defensa de la democracia que atraiga a los sectores que viven con desasosiego los tiempos que corren, va claudicando, se va desdibujando y, como ha ocurrido ahora con la petición de ayuda a Abascal, le regala una victoria a Vox que no le corresponde. ¿Creen realmente que así van a disimular la realidad? Es la ciudadanía valenciana ofendida por la falta de complicidad y empatía de un presidente insensible a lo que ocurre, lo que ha provocado la sacudida. Mazón se va. Por pura coherencia, Feijóo debería seguirlo: si el presidente valenciano ha resistido un año es por la nula autoridad del líder del PP, que prefiere el desgaste a afrontar un problema cuando es necesario. Él ha puesto al PP a los pies de Vox y, además, lo reconoce pidiéndole que le ponga el flotador. Abascal ya tiene lo que quería: la iniciativa. Y lo más probable es que no regale nada. Tiene en sus manos una decisión determinante: acordar gobierno o forzar elecciones. Una oportunidad tentadora, porque ir a votar podría profundizar en la herida. Y dejar al PP muy tocado.
Cuando las cosas se hacen mal, los cables se cruzan. Y cada paso errado beneficia más al vecino. En este caso Vox, cuyo crecimiento natural es a expensas del PP. Hace un año, tras su exhibición de incapacidad para sintonizar con la ciudadanía en un momento trágico, Mazón debería haber dimitido. Y el PP habría ganado autoridad y reconocimiento para hacer la remontada. La falta de liderazgo de Feijóo lo hizo imposible. Y ahora le queda el campo bastante fuera de control, con un Abascal crecido que ve que el PP, con mucha bronca y poco discurso, le está entregando un amplio espacio conservador.
"Desde el comienzo de la década de 2010 –dice Ignacio Sánchez-Cuenca–, el bloque occidental se ha debilitado. Aunque se acostumbra a plantear desde una óptica económica, que sin duda tiene una importancia fundamental, creo que la visión política es tan o más significativa. Me refiero a la pérdida de atractivo que ha sufrido la democracia liberal durante los últimos quince años. Se ha producido una especie de pinza contra sí misma. La democracia se enfrenta al reto del nuevo autoritarismo (amenaza externa) y a la deslegitimación de la opinión pública (amenaza interna)”. Y las derechas están claudicando en toda Europa. Parecía que España, por la experiencia vivida durante el franquismo, resistiría mejor. De momento, el balance del período Feijóo es que ha puesto al PP a los pies de Vox. Ya no solo lidian con una sombra que pueden necesitar para gobernar, sino que le piden directamente ayuda. No es solo un problema español: es un problema que se extiende por las democracias liberales. Y no es ningún consuelo.