Unas consideraciones 'posthippies' en el caso Errejón

Unas consideraciones del todo impopulares, como señora que soy, hija de las que quemaban sujetas a los 60, sobre el caso de Íñigo Errejón, acusado de agresión sexual. Los hechos: él y la denunciante fueron a una fiesta. Él, después de cerrar con baldón una habitación, la tocó y besó, la empujó a la cama, se quitó el pene y le lamió los senos. Ella se sintió paralizada y no consintió nada de esto. Luego ambos fueron a casa de él. Y él volvió a hacer lo mismo. A ella le pareció "todo muy violento", por lo que le dijo: "Sólo es , parece mentira que me esté pasando contigo" (la ley se publicaría el año siguiente). Ella le dijo que “parara” y él “paró”.

Si lo entiendo bien, la denunciante, después del primer episodio, fue a su casa. ¿Por qué?, allá, tener la “relación romántica” que declara que “había imaginado”? Hernández?Perdone la crudeza. Cualquier mujer entiende que si fue a su casa después de los hechos en la fiesta es porque, instintivamente, no percibió peligro. pero no de un agresor sexual.

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Para mí que un desconocido te grape en un callejón solitario, que el dueño de la casa grape a la criada en el cuarto de las escobas, la cabeza a la subalterna en los lavabos, el maestro al alumno, es una agresión sexual. hombre o mujer– lo haga en las circunstancias descritas y después ocurra esto lo veo una banalización de la agresión sexual que nos perjudica a todas.

Soy de la generación en la que las mujeres “tomamos la iniciativa”, pudimos mostrar interés sexual, desligado del amor, sin ser llamadas “putas”. En mi época, que todavía dura, “preguntar” a alguien si “consiente” en tener relaciones sexuales (a un desconocido oa la pareja) es un signo de desesperación, de pocas habilidades sociales, y la respuesta siempre será “no”. Como digo, soy de una generación en la que “enrollarse” podía provenir de un arrebato, de él, de ella, de ambos, sin preguntas, que no hacían falta, porque se había hablado y hablado mucho , antes, toda la noche, de todo y de nada.