Contemporáneos de la revolución

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Contemporáneos de la revolución

El 19 de julio de 1789 estaba nublado y era domingo. El sol salía a las 4 y 13 minutos en París y se pondría a las 7 y 47 de la tarde. En el número 200 del Journal de Paris se publicaba como cada día la altura del Sena, los resultados de la lotería, la actualidad literaria, la crónica de espectáculos y hechos varios parisienses, además de alguna glosa política y sobre la salud de algún prohombre.

El primer diario de Francia había salido un día más con un lanzado de cuatro páginas del taller del impresor y librero Jacques Quillau y reproducía el discurso que dos días antes el alcalde, el honorable Bailly, había dirigido al rey entregándole las llaves de la ciudad. “Su Majestad está disfrutando de la paz que acaba de restablecer en la capital; acaba de disfrutar del amor de sus fieles súbditos. Es para su felicidad que Su Majestad ha reunido cerca de él a los Representantes de la Nación y que con ellos se ocupará de poner las bases de la libertad y la prosperidad pública”. Luis XVI observaba con desdén el descontento de un pueblo empobrecido y la toma de la Bastilla, el inicio de la revolución que le acabaría cortando la cabeza, no había merecido ni una entrada en su diario personal. Sería guillotinado el 21 de enero de 1793 con el nombre desacralizado de ciudadano Hugo Capeto.

Seguro que la lentitud y el acceso parcial y limitado a la información han hecho difícil a lo largo de la historia ver venir el alcance y precipitación de las revoluciones, pero en el siglo XXI no podemos ignorar todas las señales que indican que hoy estamos sentados encima de un volcán. Las revoluciones llegan sin instrucciones de uso y no solo con ruido de disparos y bayonetas.

Las guerras cortas

Siempre se piensa que las guerras serán cortas y al empezar el curso creemos que –¡esta vez, sí!– haremos las cosas de una manera diferente, pero las nubes de la tormenta de invierno no son solo las de una crisis económica como la de la deuda del 2008, sino de una crisis geopolítica, un nuevo orden que no solo pasa por el reemplazo del dólar por parte de grandes potencias sino por nuevas alianzas comerciales y tecnológicas y nuevos equilibrios estratégicos entre regímenes totalitarios y regímenes liberales.

La guerra en Ucrania es militar, pero también financiera, energética, tecnológica e informativa. Los ataques cibernéticos son tan destructivos para los estados y el mundo financiero y empresarial como la escasez energética.

El tira y afloja entre Putin y EE.UU.-UE en territorio ucraniano se alarga sin previsión de final con una estrategia de desgaste en la cual los dos pulsos confían que será el otro quién se dará antes por vencido. La apuesta es por el “colapso del otro bando”, en palabras de Harold James, profesor de Princeton de paso por el Iese esta semana, invitado por el profesor Xavier Vives.

La gran pregunta hoy es si funcionan las sanciones internacionales impuestas en Rusia, y la respuesta no puede ser concluyente. El PIB ruso retrocederá un 6% el 2022, mucho menos que el 15% esperado en el mes de marzo. El cambio de socios comerciales y la capacidad de sufrimiento de la opinión pública de un estado autoritario está consiguiendo que Moscú resista mejor de lo previsto a corto plazo, pero se desconocen los efectos a largo plazo. El resultado del arsenal de sanciones será clave para ver el futuro de la guerra.

En este escenario de desgaste mutuo, Europa se juega su futuro. Como sostiene James, la inflación actúa de manera “centrípeta” en los sistemas federales. Y Rusia apuesta por la división dentro de la UE, que se verá cada vez más tensada por el incremento de precios, el retraso económico y los desafíos políticos protagonizados por los populismos y la extrema derecha, que pueden desestabilizar economías ya bastante complicadas como, por ejemplo, la italiana.

El invierno nuclear

La crisis económica será de un alcance desconocido.

La economía rusa no tiene una gran dimensión, pero su capacidad desestabilizadora en términos de provisión de energía es sistémica. Y no se puede olvidar tampoco la capacidad de su armamento nuclear.

Esta crisis tiene terminales geopolíticas claras y abre muchas incógnitas sobre el papel y la influencia efectiva de las democracias occidentales. Incógnitas como la capacidad que tendrá la UE de proteger sus valores democráticos a expensas del malestar de sus ciudadanos y haciendo frente a un gasto militar creciente en un contexto de alta inflación.

Esta crisis económica es diferente. Estando plenamente inmersos en ella, sabemos que es un terremoto geopolítico que afecta nuestra realidad de lleno y que cambiará la configuración de alianzas y equilibrios económicos y políticos. Y lo sabemos aunque no tengamos la perspectiva que dan los siglos.

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