Cosas de este febrero

Ayer la Iglesia católica celebró la fiesta de la presentación de Jesús en el templo y la purificación de la Virgen. Fiesta conocida popularmente como la Candelaria. ElEvangelio de san Lucas, que es lo único que habla, nos explica la escena con todo detalle, como suele hacer un gran escritor como él. Dice: “Cuando se cumplieron los días que mandaba la Ley de Moisés referente a la purificación, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor. Así lo prescribe la Ley del Señor: «Todo primogénito macho será consagrado al Señor»”. Debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones. Lucas, candelas, no dice nada, pero la tradición ha hecho que antes de la celebración de la misa de este día se bendigan candelas, y se enciendan, como mínimo –tengo un vago recuerdo–, durante la lectura del evangelio. El fuego, ya lo sabemos, es algo ancestral para los humanos, y cargado de significados. Y aquellas vacilantes llamas de las candelas nos llevaban muy atrás, hasta las raíces de nuestra cultura y de nuestra sensibilidad. Recuerdo esta fiesta con especial nostalgia. En la capilla del colegio de los Maristas de Gerona, todo aquel ganado de niños y adolescentes sosteníamos nuestra candela encendida mientras duraba la lectura del evangelio. Después, la disciplina del colegio se relajaba un poco, porque, como figuraba que estábamos todos ayunos, porque habíamos comulgado, salíamos al patio para desayunar el bocadillo que habíamos traído de casa. El mío era, indefectiblemente, de tortilla a la francesa. Hacía frío, si no llovía. “Cuando la Candelaria ríe, el frío está vivo; cuando Candelera llora, el frío está fuera”. Ya conocen el dicho. En aquellos tiempos, los míos, solía hacer frío. Y hizo mucha, en 1956. En los termómetros, el mercurio bajó hasta marcar muchos grados bajo cero. Se murieron muchos olivos. Cuando llovía, debíamos comernos la tortilla bajo los porches del patio. Y el frío ya estaba fuera.

Habrán observado que he escrito frío a veces en masculino y otras en femenino. En Gerona es femenino. Pero para que dicho funcione debe ser en masculino, que de lo contrario el frío debería estar vivo y no rimaría con río. Cosas de la gramática.

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Después de la Candelaria empezaban a florecer las mimosas y los almendros y sobre todo empezaba una extraña frisança cuando ya éramos adolescentes. Era la primavera que se anunciaba tímidamente. Ahora ya no creo que Candelera suscite estas cosas, ya no creo que se celebre de una manera especial. Las preocupaciones de los adolescentes sí que estarán, porque es algo que depende de las hormonas, y quizás hay adolescentes que se fijan en las mimosas que florecen, pero creo que no son muchas.

Este año la luna de Nissan, que es la que marca la Pascua, hace que la Cuaresma venga muy pronto y el Miércoles de Ceniza, por tanto, también. Y esa locura colectiva que es el Carnaval, también. Ahora que todo el año es Carnaval, se celebra algo más que nunca. Sobre todo en la costa, en Sant Feliu, en Palamós, en Platja d'Aro, se organizan cabalgatas, rúas y concursos de carrozas y disfraces. La Costa Brava cree que es Brasil y Playa de Aro que es Ipanema. Las pandillas se pasan el año cosiendo y recortando y encolando, y las chicas aprenden a mover los culitos como si fueran brasileñas, con algo menos de gracia, eso sí. Pero la gente socializa, como dicen ahora, que es lo que parece que debe hacerse. Quizás sí. Comprenderán que a mí, que añoro las llamas de la Candelaria, todo esto no me interese demasiado, pero es que ya soy viejo y estas cosas son reino de juventud, por decirlo con el verso de Jaime Gil de Biedma.

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Mientras tanto se van muriendo palestinos. Y los judíos no quieren detener la matanza. También mueren ucranianos y rusos y algún americano. Los armenios siguen perseguidos… Y el mar Rojo se ha convertido en un sitio imposible. El comercio se encarece, porque se encarece el transporte. Y la sequía o lo que sea ha encarecido el aceite de oliva hasta precios impensables.

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Y en la España profunda todo sigue también como siempre. Hay, dicen, un plan para derribar a Pedro Sánchez, porque es una especie de demonio que quiere romper la sacratísima unidad de la patria. Amnistía? De qué, si no se ha hecho nada malo. Dreyfus no la quería en modo alguno, la amnistía, porque aceptarla, decía, era aceptar su culpabilidad. Y él era inocente. Ahora resulta que Puigdemont y Rovira son terroristas. Cuando el juez instructor haya terminado los argumentos persecutorios tal vez sean incluso pederastas, como dijo Eduard Voltes la otra noche en Can Graset.