La covid de los cerdos
No afecta a los humanos. Repito: no afecta a los humanos. Pero ya ha hecho saltar todas las alarmas, ha paralizado exportaciones y amenaza al sector ganadero español. Bienvenidos al nuevo episodio de pánico económico: la peste porcina africana (PPA). Esta semana se han encontrado seis jabalíes muertos en los bosques de Collserola, en Barcelona. La causa: un virus animal que lleva décadas desperdigándose desde África y que ha llegado (nadie sabe bien cómo) hasta una reserva natural sin explotaciones porcinas, granjas ni transporte de ganado. Collserola es un pulmón verde, un espacio acotado en el que pasean excursionistas y ciclistas. Ninguna lógica industrial justifica que la PPA haya llegado ahí. Pero sí.
Y aquí comienza el problema. El sector porcino representa más del 40% de la producción ganadera española. Es líder absoluto en exportaciones de carne y derivados. España vende productos porcinos por valor de más de 8.800 millones de euros. Es, con el turismo, uno de los sectores clave de nuestra balanza comercial. Con seis jabalíes muertos, la reacción ha sido inmediata: un tercio de los certificados de exportación bloqueados, países cancelando importaciones, el nombre de España salpicado en el mercado internacional. Pérdidas que pueden acercarse a los 2.500 millones si la parálisis se alarga.
Esta reacción tan extrema se debe a que la peste porcina africana es letal para los animales. No hay vacuna, no hay cura y la capacidad de propagación es enorme. Basta con que entre en una granja para que se tengan que sacrificar miles de animales. Pero, sin embargo, cuesta entender que una anomalía localizada (y hasta ahora contenida en fauna salvaje) acabe provocando un terremoto económico de esta magnitud. En la era postcovid, cualquier brote sanitario (aunque sea animal) activa todos los protocolos de máximo riesgo. Bloquear, cerrar, cancelar.
España ya vivió un episodio de peste porcina africana en 1994. Se logró erradicar. Pero ahora el virus ha vuelto sin aparente lógica. ¿Quién lo ha traído? ¿Cómo ha llegado? Las autoridades todavía no han dado respuesta. Mientras, la pérdida de confianza ya está servida. Porque en la economía global lo que cuenta no es la verdad, sino la percepción. Y la percepción es que el cerdo español es hoy un riesgo. Habrá que hacer como entonces: aislar la zona, controlar movimientos, sacrificar lo que sea necesario y rezar para que no aparezcan más casos. Y, cuando todo pase, recuperar el prestigio perdido, reabrir mercados y compensar al sector. De dos meses a un año, dependiendo de si aparecen más animales mueros.
Esta es otra lección de cómo la globalización puede convertir un pequeño brote en una catástrofe económica. Esta vez no ha sido un virus humano. Ha sido porcino. Pero el guion es el mismo. Por eso lo llamo la covid de los cerdos.