¿De quién depende la investidura?

La forma de elección de la mesa del Parlament, pensada para evitar cualquier situación de bloqueo, ha permitido que haya una mayoría independentista, con Josep Rull de presidente, en el órgano que gobierna la cámara. Para hacerlo posible ha bastado tener más votos que los demás candidatos, porque en esta elección solo se puede votar a favor o en blanco, pero no en contra de nadie. Tras las elecciones del 12 de mayo, no existe una mayoría independentista, pero ya se ha visto que la mayoría constitucionalista tampoco es capaz de articularse. Hasta la fecha, la suma de PSC, PP y Vox no se ha producido.

Ahora, sin embargo, viene lo más difícil. A partir del 25 de junio empezará la cuenta atrás de dos meses para investir al nuevo president de la Generalitat. Y para eso es necesario tener mayoría absoluta en la primera votación o mayoría relativa –más votos a favor que en contra– en la segunda. Al día siguiente de las elecciones, el candidato de Junts, Carles Puigdemont, anunció explícitamente su intención de someterse a una sesión de investidura, pero en el mejor de los casos contará con los veinte votos de ERC, quizás con los cuatro de la CUP y quién sabe si con los dos de Aliança Catalana. Sea como sea, sus opciones dependen de una abstención del PSC, ganador de las elecciones, que ya ha dicho del derecho y del revés que descarta por completo esta posibilidad y que votará en contra. Así pues, en última instancia, la investidura de Puigdemont está en manos de los socialistas.

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El otro candidato posible a la investidura es Salvador Illa. Descartada la suma con la derecha y la ultraderecha españolista, que, además de ser indigesta políticamente, conllevaría el colapso inmediato de la mayoría del PSOE en el Congreso por la retirada del apoyo de los dos partidos independentistas, solo quedan dos opciones verosímiles. Una de ellas es el pacto de PSC y Junts, que ahora ambos rechazan, al igual que hacían antes de acordar la investidura para hacer presidente a Pedro Sánchez. La otra es la suma progresista de PSC, ERC y comuns, que alcanzaría la mayoría absoluta de 68 diputados. Pero, si nada de todo esto ocurre, previsiblemente volveremos a las urnas el 13 de octubre, lo que no garantiza que salgamos del bucle donde estamos ni que desaparezcan las dificultades que hay hoy pero que sí garantiza una fatiga exasperante de la mayoría de ciudadanos. Y también garantiza el espectáculo de reproches entre los partidos para colgar al otro la responsabilidad del desacuerdo.

Con todo ello, a pesar de la escenificación que se haga desde la presidencia del Parlament para ver quién se somete primero o segundo a la investidura y las maniobras que pueda hacer cada grupo parlamentario en las próximas semanas, parecería que las dos opciones que hoy serían más probables son la repetición electoral o una investidura con las fuerzas de izquierda.

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Gobernando como gobiernan en el Estado, no parece que el PSC tenga dificultad para contar con los votos de los comuns, que ya han guardado en un cajón las líneas rojas que esgrimieron para hacer descarrilar unos presupuestos con más dinero que nunca para los servicios públicos y que precipitaron unas elecciones que no quería nadie. El tema será si es posible el apoyo de ERC.

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Los republicanos, que ahora tienen a Marta Rovira al frente de las negociaciones después de que Oriol Junqueras haya presentado la renuncia como presidente del partido para aspirar a la reelección en noviembre, han dejado bien claro que no temen las urnas y que no van a regalar la investidura al candidato socialista, y menos aún si, tal y como ya se anunció, la decisión queda en manos de una consulta a la militancia, que será muy exigente. Si el PSC permanece pasivo, sin moverse, dejando que pasen las semanas confiando en que a última hora tendrá los votos de Esquerra, es evidente que habrá errado el cálculo, o bien demostrará que ya estaba cómodo con la repetición electoral.

Y otra pregunta que se tiene que hacer es si lo que pueden hacer los socialistas para recibir un apoyo puntual para la investidura depende del PSC o depende del PSOE. Durante la campaña electoral, Esquerra situó como objetivos principales la financiación, la lengua y el referéndum. Seguro que desde el Parlament y desde el gobierno de Catalunya se pueden dar pasos para blindar la lengua catalana y promover su uso social, sobre todo en el audiovisual. Pero, por ejemplo, en el caso de financiación, la palabra la tiene el gobierno del PSOE.

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Cuando se invistió a Pedro Sánchez, además del traspaso de Cercanías y del ingreso mínimo vital, ERC logró eliminar 15.000 millones de euros de la deuda de la Generalitat con el Estado, que son muchos, pero aún quedan más de 45.000 pendientes y que agravan aún más el déficit fiscal que sufrimos. Si uno de los pactos de la investidura pasa por eso, quien tiene la sartén por el mango de la investidura es, en última instancia, el PSOE. De hecho, si Salvador Illa fracasa, la frágil mayoría que sostiene a Pedro Sánchez colgará de un hilo que muy fácilmente puede romperse.