Es tu día, querida
En un día como hoy de hace muchos años aprendiste a andar. Fue así, de repente, como pasa siempre con las criaturas. Tú y yo practicábamos. Yo te abría los brazos tramposamente (muy cerca de ti) y tú te lanzabas a ellos, con aquella descoordinación que ahora, hoy, me parece pura magia y que te proporcionó más de un chichón. Tu padre y tu tío jugaban a un juego de Play en el comedor y tú y yo los oíamos exclamarse teatralmente. De golpe lo hiciste. ¡Tú y yo solas y va y pasa eso! Todo el mundo lo explica así: es un día concreto que los niños se lanzan a andar. Me dio mucha risa que fuera “el Día de la Mujer” y pensé, entonces, que cuando fueras muy mayor te lo explicaría y veríamos una parte simbólica. Aprender a andar el Día de la Mujer. Sonaba Out of time de los Rolling Stones, porque siempre te la ponía. Me parecía que te gustaba mucho. Ahora eres más de Beatles.
Hoy, secretamente, celebro aquel hito. El ocho de marzo empezaste a andar. Hablo de ello con las amigas con las que voy a correr, que también tienen hijas como tú, ceñudas y tan graciosas. Hablamos mucho rato de vosotras, del mundo que os espera, de las vocaciones, de los morros que nos ponéis. De los exámenes no estudiados, de cómo nos tratáis de cenicientas, de cómo os quita el sueño la guerra y de cómo os gusta la mascarilla. Estas amigas tan valiosas que, para vosotros, son solo “las madres ”.
Entre las amigas muchas mujeres diferentes, claro. Y todas ellas (la transexual, el ama de casa, la científica, la que no quiere hijos, la que quiere doscientos gatos, el deportista, la sexi, la frívola...) son mujeres que hoy considero celebrantes. Con todas y con cada una de las mujeres del mundo me iría a cenar una sola vez (dos, ya se vería), porque todas me gustan y de todas ellas tengo una parte. Espero que a ti te pase el mismo, porque estarás siempre muy contenta.