La Diada de la confusión

La Diada de 2022 ha reflejado la situación de confusión que vive el país. Cinco años después del referéndum del 1-O, el independentismo se ha vuelto a movilizar, pero lo ha hecho mostrando sin muchos miramientos ni disimulaciones su división. Las dos grandes entidades del soberanismo, Òmnium (con 190.000 socios) y la ANC (con 45.000), han sacado a la calle a miles de ciudadanos: los mensajes y los llamamientos han sido, en cambio, claramente contradictorios. Igual que pasa en el Govern, en el que ERC y JxCat comparten el ejecutivo, pero disienten en la estrategia política, las dos grandes asociaciones de la sociedad civil que han liderado durante años el Procés cada vez dejan más clara su distancia.

Lo que han dicho en esta Diada Xavier Antich y Dolors Feliu no tiene nada que ver. De hecho, Antich, sin mencionar a la ANC, le ha hecho una enmienda a la totalidad. Así, para Òmnium hay que ahuyentar el peligro de la antipolítica populista: cree que los partidos y las instituciones son muy necesarios para avanzar, igual que lo es la pluralidad y diversidad del movimiento. Además, Antich defiende una apertura de la lucha por el derecho a decidir –como derecho democrático fundamental– incluso más allá del soberanismo. En cambio, desde la Asamblea, Feliu, dirigiéndose siempre al núcleo duro de los convencidos, ha hecho pivotar su discurso en señalar como culpables de la situación de parálisis a los partidos independentistas, criticando la mesa de diálogo con el Estado, llamando a la dimisión del Govern ("independencia o dimisión") y amenazando con presentar desde la ANC una lista cívica en las próximas elecciones. Ya nadie habla propiamente de unidad. Para unos (Òmnium) se trata de rehacer puentes, encontrar consensos mínimos y dar paso a nuevas voces; para los otros se trata de pasar al ataque (ANC).

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La pluralidad del independentismo, pues, ha quedado perfectamente retratada en una Diada en la que, a pesar del tenso clima de división, la gente ha respondido. Ya no hay las espectaculares mareas humanas como las de los años previos al 1-O, cuando el viento soplaba a favor y parecía que todo era posible, pero es significativo que, a pesar del momento de desconcierto, este año haya salido más gente a la calle que en la Diada de 2021. Algunos han asistido a los actos siguiendo las consignas del independentista incordiado que representa la ANC, otros lo han hecho con incomodidad, manteniéndose a distancia, pero haciendo igualmente acto de presencia. El Govern de ERC y Junts también ha mostrado esta división: todos en el acto de la mañana con Òmnium, que se ha ofrecido a trabajar por un nuevo marco que permita sumar la diversidad del país y solo los segundos yendo a la cita encabezada por la ANC.

Todavía con exiliados y miles de represaliados, la Diada de este 2022, monopolizada un año más por el independentismo (una buena parte del país queda al margen), ha servido para hacer evidente la anormalidad permanente en la que vivimos y, a la vez, la inoperatividad de la mayoría política soberanista, que cada día que pasa se desgasta más. En este pulso nada sepultado de estrategias divergentes, habrá que ver si el Govern de coalición tiene suficiente solidez para seguir.