Una chica corriendo por el bosque
30/08/2025
2 min

"No, no quiero correr, porque soy demasiado competitivo y en las carreras quiero ganar", me dice el adolescente. Pero no entrena, no corre. Lo de él, pues, no es ser competitivo. Esto es no querer perder mereciéndolo. Que es muy distinto. Si participara en una carrera vería que hay gente que ha entrenado más que él. Que hay gente, de hecho, que vive para entrenarse. Será normal que corran más que él. Ser competitivo es trabajar o potenciar las dotes que tienes por ganar. Lo que me dice el adolescente es que no le gusta perder mereciéndolo. Y, por tanto, prefiere no competir.

El tipo de sociedad a la que llegan los jóvenes ha fomentado la no competición. Competir está mal visto. Pasan la niñez sin perdedores, porque todo el mundo gana. Se les miente cuando se les valora el esfuerzo, porque un esfuerzo enfocado a picar hierro frío no vale para nada. Como no han competido, les da miedo, pero al mismo tiempo les estimula demasiado. De tanto repetir cada día que hace falta practicar la cultura del esfuerzo ahora mismo —somos pervertidores de palabras—, esfuerzo resulta que lo es todo. Levantarse por la mañana, poner la mesa, dejar el móvil, comprobar cómo se llama una calle, decir "buenos días" o cuidar de la propia ropa.

Si hubieran competido ya habrían perdido. Todo el mundo pierde, nadie gana siempre. Habrían quitado importancia a perder y, por tanto, a ganar. El adolescente "muy competitivo" no llegaría a la esquina, de hacer la carrera. Salió a correr tres días, mamá le aplaudió y le compró las zapatillas. Él se hizo un tatuaje: "Born to run". Las zapatillas acabarán en Wallapop, pero el chico, de momento, dice que corre pero no hace carreras porque es muy competitivo.

stats