Ya lo dijo McLuhan
Quien se pregunte cómo es posible que un agitador de ultraderecha haya conseguido tres eurodiputados, debe redirigirse a la inmortal sentencia de McLuhan: “El medio es el mensaje”. La diferencia es que en 1963 el medio era la televisión, y en 2024 el medio es el móvil. Pero el principio es el mismo.
No es que estemos secuestrados por el móvil, es que estamos entregados a él, como explicó con acierto el programa Atrapats per la pantalla de TV3. Recuerdo la sensación de desamparo y soledad cuando la televisión cerraba las emisiones después de la hora del café hasta el anochecer y tenías que buscar la forma de pasar la tarde matando el aburrimiento. Pero, claro, ríete de la capacidad hipnótica (y mira que la tenía) de aquella televisión compartida en el comedor de casa, por donde veías los programas de un único canal oficial y en blanco y negro, si la comparas con la angustiosa relación de dependencia que hemos construido con el móvil, donde tenemos toda nuestra vida dividida en aplicaciones, siempre disponible para darnos una compensación aleatoria. Adaptando un canto de grada, el móvil es nuestra vida. Lo peor es que creemos que le hemos dado la forma que nos interesa, pero es el móvil el que nos está formatando a nosotros. X sabe perfectamente que si tropiezo con unos vídeos con los mejores goles de Messi los miraré. Cuando termino, apenas recuerdo qué tenía que hacer, con la atención y la concentración desenfocadas. Cuando un medio es así de potente, cualquier mensaje más o menos dirigido a las emociones más primarias entra hasta la urna y más allá. Los que tengáis hijos pequeños, vigilad, por favor.