El eje de los fanáticos
La situación en Oriente Próximo está en manos de líderes fanáticos y de cínicos que dominan los acontecimientos. Un año después del ataque terrorista de Hamás, la violencia se ha adueñado de la situación y nadie habla de paz sabiendo que las condiciones para el diálogo y la solución de lso dos estados han saltado por los aires.
La violencia ha alcanzado niveles inimaginables. Si el atentado terrorista de Hamás del 7 de octubre causó unos 1.200 muertos en Israel e hizo 251 rehenes, la venganza israelí arrojando 80.000 toneladas de explosivos sobre Gaza ha causado al menos 42.000 muertes palestinas. El número de víctimas indirectas por los efectos del bombardeo sistemático de la población civil, incluyendo hospitales y escuelas, es realmente incalculable, así como la destrucción de las vías de provisión de alimentos y suministro de agua y la generación de odio entre los vivos.
Hoy el alargamiento indefinido de la ocupación de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, que parece la única salida practicable para Netanyahu, destruye la opción de los dos estados y borra las fronteras palestinas, víctimas del expansionismo de los partidarios del llamado Estado de Judea.
El primer ministro israelí, Netanyahu, aliado con los partidos extremistas, amplía el radio de ataque con una estrategia expansionista clara, y quizás también porque tiene pendiente causas judiciales que no pueden avanzar mientras ejerza el cargo. Por tanto, el poder es también su inmunidad.
Sin autoridad
Nadie, ni EE. UU. ni Naciones Unidas, ni por supuesto la UE, tiene voluntad o capacidad de disuasión para frenar la más salvaje de las revanchas israelíes y la extensión del conflicto en las últimas semanas a Líbano e Irán. Para EE. UU., Israel siempre ha sido un agente en términos de seguridad en la región, y las elecciones de noviembre condicionan la capacidad de acción del todavía presidente Joe Biden.
Por su parte, Israel no reconoce la autoridad de la misma ONU que promovió el nacimiento del estado judío en el territorio del antiguo mandato británico sobre Palestina. De esta forma hace estallar el intento de canalizar los conflictos de forma civilizada. Solo el Tribunal Internacional de Justicia pidiendo medidas inmediatas a Israel para garantizar que su ejército no viole la Convención sobre el Genocidio y las órdenes de detención de la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional salvan la acción pacífica de los partidarios de la multilateralidad.
La expansión de la revancha israelí ha dado un paso de gigante esta semana en Líbano e Irán.
Cuando el líder iraní Ali Jamenei cambia de idioma y abandona el farsi para hablar en árabe se dirige a libaneses y sirios y también a todo el mundo árabe, abriendo una puerta a los fanáticos donde quiera que estén. Que el nuevo presidente, Masoud Pezeshkian, sea supuestamente un reformista no evitará que quede dominado por los conservadores de un régimen que es hoy una incógnita.
Potencia nuclear
Fue Donald Trump quien abandonó el acuerdo que paralizaba el programa nuclear iraní y durante el último año Irán ha acelerado el enriquecimiento de uranio, ha armado a los houthis, ha ejecutado a cientos de disidentes políticos, ha represaliado a miles de mujeres y niñas y ha abastecido a Rusia de drones que ha utilizado contra el pueblo ucraniano. ¿Pero hasta dónde tiene capacidad y voluntad de llegar en la represalia contra Israel? Dependerá de su fortaleza política interna, de la capacidad armamentista que hoy es menor que la israelí y del apoyo de los grandes actores internacionales como Rusia y China. En cuanto a los protagonistas de la región, el 7 de octubre el terror de Hamás puso sobre la mesa que es imposible la paz en la zona sin solución a la cuestión palestina. Lo hizo respondiendo a la vía de los llamados Acuerdos de Abraham, que buscaban la paz en la región mediante la normalización diplomática de Israel con los vecinos árabes ignorando a los palestinos. La vía se ha detenido, pero los principales países árabes han actuado con cautela hasta la fecha.
Contención y odio
¿En qué momento dejó de ser una buena idea la separación de lo humano y lo divino? Hoy los mitos religiosos y los sátrapas que actúan en nombre de Dios destruyen vidas y minan al gobierno internacional con total desprecio a la paz y la libertad. Entre sus víctimas, la información. Ni Hezbollah ni Israel permiten que la prensa libre explique lo que ve en Gaza, ni en Líbano, ni los ayatolás permiten una versión no partidista de la realidad.
Como escribe Josep Ramoneda en La Maleta de Portbou : “Formar parte de un grupo, en la dinámica impulsada por la desinformación, implica odiar al otro. Y nada mejor para quedar atrapados en esa lógica que llegar al odio mediante la seguridad que proporciona creerse el portador de la verdad”.