¿Una campaña electoral sin hablar de pandemia ni de fondos europeos?

No hay duda de que la campaña electoral del 14-F es la más atípica de la historia de la democracia, por unos cuantos motivos de sobra conocidos. Básicamente, por el cruzamiento entre la pandemia, tan dura, y la judicialización del Procés, tan revanchista. Después de que un Govern sin presidente hubiera decidido retrasar la cita con las urnas para garantizar la seguridad sanitaria, un tribunal, el TSJC, ha impuesto la celebración el 14 de febrero con el argumento político de que hay un "interés público intenso" para celebrarlas. Ya veremos en qué participación se traduce esta intensidad participativa de los ciudadanos. De hecho, de momento las encuestas dan por hecho un gran aumento de la abstención. Una abstención que, por otro lado, visto el color que está cogiendo la campaña, no parece que se tenga que corregir a la baja. Porque la realidad es que, a pesar de estar inmersos en unas crisis sanitaria y económica sin precedentes, ni la una ni la otra son en ma mayor preocupación de los partidos políticos que concurren a la cita. Es como si no fueran conscientes de que la atención asistencial en los hospitales está al límite, de que tenemos los CAP ahogados, que los atrasos en la vacunación no harán sino alargar la presencia del virus, que el número de muertos diarios sigue siendo obscenamente alto, que son muchos los negocios cerrados a la fuerza por las restricciones –muchos de los cuales ya no podrán reabrir–, que las escuelas apenas están capeando el temporal de un curso escolar con covid-19, que en las universidades prácticamente ha desaparecido la imprescindible presencialidad, que se ha producido en la calle un visible aumento del sinhogarismo y de la pobreza... Porque de todo esto casi no se habla, en la campaña.

¿Cómo puede ser? ¿Cómo se puede disociar tanto la política de la realidad cotidiana? Del mismo modo que no responde a ninguna lógica democrática que los jueces dicten la fecha de unas elecciones, tampoco tiene mucho sentido que en plena pandemia esta no sea la absoluta prioridad de los argumentos y mensajes diarios de los candidatos y candidatas, que tendrían que estar obsesionados con ofrecer a los electores soluciones y garantías para salir de este pozo sanitario, económico y social. La fragilidad de la sociedad catalana ahora mismo es extrema. Todo cuelga de un hilo: la vida de muchas personas, el trabajo de otras muchas, la sostenibilidad del sistema sanitario, la calidad del sistema educativo, la viabilidad de tantas empresas y negocios. Hay que repensar desde ahora mismo el modelo económico del país. Hay que repensar muchas cosas. Y nada de esto se está debatiendo en campaña. La llegada y la gestión de los fondos europeos, de los cuales depende en buena medida el futuro colectivo, es como si sólo fuera una cosa que interesa a cuatro expertos y unos cuantos empresarios, y se tendría que estar haciendo pedagogía o como mínimo polémica; tendría que ser una de las preocupaciones centrales compartidas, discutidas hasta la saciedad.

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Naturalmente, todo esto no quiere decir que no se tenga que hablar ni de presos políticos ni del pleito soberanista. Ni mucho menos, claro . Pero también de la pandemia y sus consecuencias, que están sacudiendo nuestras vidas.