Manifestación pro-palestina en Karachi, Pakistán, el 20 de abril.
25/04/2025
2 min

La naturaleza humana está llena de contradicciones. Se suele decir que nuestra capacidad de empatía es mayor con los que tenemos más cerca, y se debate sobre si esto debería ser así. Pero las personas también pueden clamar por el dolor ajeno que ocurre en un lugar lejano y, al mismo tiempo, ignorar las injusticias que se llevan a cabo en su casa. Recientemente, durante las manifestaciones en Karachi, en Pakistán, pudo observarse esta dualidad con las multitudes que expresaron su solidaridad con el pueblo palestino. Sin embargo, el propio país que se une para defender los derechos de los palestinos expulsa a millones de afganos que buscan refugio después de haber vivido años en condiciones precarias. Esta situación nos lleva a reflexionar, de nuevo, sobre la selección de nuestra empatía y cómo las contradicciones en nuestras acciones pueden mostrar nuestra verdadera naturaleza.

Las imágenes de decenas de miles de personas llenando las calles de Karachi en apoyo de los palestinos son impactantes e inspiradoras. Con pancartas y gritos, la multitud clamaba por la justicia y la paz, resonando así con una frustración mundial. Pero las lágrimas de los afganos a los que se está expulsando quedaban prácticamente silenciadas, y la situación de los refugiados afganos que viven en Pakistán se deteriora. Después de décadas de conflicto e inseguridad, estos individuos han buscado refugio, sólo por verse ahora forzados a volver a una realidad devastadora.

Afrontamos así una ironía desgarradora: un pueblo que se moviliza fervorosamente por una causa lejana mientras ignora el sufrimiento inmediato de sus vecinos. Y son hasta 3 millones de refugiados. La selectividad de la empatía nos lleva a cuestionar la naturaleza de nuestro compromiso con la justicia. ¿Cómo es posible que celebremos solidaridad con quienes sufren en otra parte del mundo, pero no vemos los problemas urgentes que nos rodean? Nuestra identidad nacional se construye sobre narrativas de empatía con los oprimidos, pero ¿qué responsabilidad mostramos con quienes viven dentro de nuestras fronteras? En nuestro caso, ¿cuántas cosas no hicimos durante muchos años y qué no hacemos todavía hoy para erradicar la violencia contra las mujeres en nuestro país? ¿O qué acciones hemos llevado a cabo para paliar el sufrimiento de los migrantes que llegan aquí –cuya situación, no lo dudo, nos conmueve cuando tenemos noticia?

Reflexionar sobre estas contradicciones nos conduce a entender que la humanidad se encuentra en una lucha continua por equilibrar la compasión y los particularismos. La verdadera solidaridad debe trascender fronteras y debemos trabajar por un mundo donde cada vida tenga el mismo peso. Abogar por una causa no debería significar ignorar a la otra. Es hora de reevaluar nuestro papel como ciudadanas y ciudadanos comprometidos, asegurando que la empatía sea inclusiva y que nuestros corazones estén abiertos no sólo a las luchas lejanas, sino también a las que tienen lugar en la puerta de al lado.

stats