Elegir y remover

Es urgente que nos entren ganas de que nos enseñen a ir a la parada del pescado, de la carne, de las verduras y frutas, a "elegir y remover". No sabemos, y no sabemos por culpa de los supermercados, que nos ofrecen lechuga, zanahoria pelada y cortada, salmón de piscifactoría, carne y patata picadas en forma de hamburguesa sobre bandejas de porexpan retractiladas. Compramos deprisa, demasiado. Lanzamos sin culpa, demasiado. Vivimos retractilados. Sin plástico encima ningún alimento nos ilusiona.

Ir al pescado, a la carne, al verdulero (palabra que se pierde) es, ante todo, saludar y pedir tanda. No es poco. Luego, observar y quizás preguntar. Elegir y pedir el corte, la forma de envasado. Mientras alguien dice: "Picado dos veces", otro pregunta cómo se hace tal cosa. Suelen mostrar alegría, los paradistas, ya menudo creo que es para hacerse pasar el frío. El oficio que hacen a veces me da envidia.

Cargando
No hay anuncios

Preguntar por un pez que no conoces, no quedarse con aquel que pensabas porque es caro y, en cambio, hacerle confianza al dependiente y quedarte lo desconocido de que "es muy gustoso, pero la gente no lo quiere porque tiene espinas". El otro día oí a una mujer que pedía "cintas". Me llevó, de repente, a la infancia. Cuando cada centavo tenía valor.

Hay quien dice que no quiere hacer cola, que no tiene tiempo, que no le gusta hablar, que es mejor ir al súper y cogerlo todo de los estantes (que fácil). La nutrición del día de fiesta y del día de cada día forman parte de un mismo universo y deberían ser igual de importantes. Hablar con quien nos vende los alimentos es tan civilizado como hablar con los libreros y los sumilleres. Estos días veo caras exasperadas por el precio de la gamba, resoplidos si alguien se entretiene preguntando, porque tienen prisa, prisa, por ir corriendo a congelar. Y es urgente que nos entren ganas de que nos enseñen a ir a la parada del pescado, de la carne, de las verduras y frutas, a "elegir y remover".