Episodios de la indecencia
1. Pedro Sánchez. “Hay que ser duro con la inmigración, detrás están las mafias”, dice Margarita Robles. Y, si es así, ¿por qué no se actúa sobre las mafias? ¿O es que en el marco internacional se juega con ellas según la conveniencia? Desde que Pedro Sánchez marcó el tono felicitando a las fuerzas de seguridad españolas y la gendarmería marroquí “por el extraordinario trabajo que están haciendo”, con motivo del último asalto a la frontera melillense, el gobierno español aguanta a piñón fijo el patinazo del presidente. La portavoz Isabel Rodríguez incluso impidió, ante los periodistas, que Irene Montero contestara a preguntas sobre el tema para no romper la armonía.
La necesidad de Pedro Sánchez de encontrar hechos que justifiquen su pacto de claudicación con el rey del Marruecos es tan grande que corrió a expresar su entusiasmo por la operación de Melilla, sin saber o querer saber las desmesuras de las fuerzas represivas marroquíes. Ni siquiera las informaciones que han ido confirmando la dimensión de la tragedia lo han hecho rectificar. “Lamentamos la pérdida de vidas humanas, en este caso de personas desesperadas que buscaban una vida mejor y que son víctimas e instrumentos de mafias y delincuentes que organizan acciones violentas contra nuestras fronteras”, ha dicho en La Vanguardia, “reiterando el agradecimiento a las fuerzas y cuerpos de seguridad de España y de Marruecos”. Es decir, felicitando a los que provocaron la matanza.
Ni una aclaración ni la correspondiente apertura de una investigación para saber qué ha pasado. Parece que todo está permitido para impedir lo que Sánchez ve como un asalto a la soberanía nacional. Y que, en cambio, es irrelevante si las fuerzas marroquíes han entrado en territorio español. Realmente, en materia de inmigración, derecha e izquierda se asemejan bastante, por mucho que el PP ahora aproveche el patinazo del presidente para hacerse el sensible y pedir explicaciones por la tragedia. Entregarse a Marruecos tiene costes como este (y otros, Argelia por ejemplo, que ya se han verificado). Y Sánchez se lo podía haber imaginado cuando rindió tributo al monarca alauí en un chocante acuerdo anunciado por la otra parte. De momento, ya le han hecho saber con quién trata. Y deben de haber constatado que lo tienen atrapado.
No, no todo vale, contra la inmigración, por más que pueda haber un sector del electorado que lo aplauda. Entre la regulación de la inmigración y la barra libre a la represión hay una distancia. Y aliarse con Marruecos no tendría que significar aprobar sus maneras, que seguro que utilizarán calculadamente para tener a España atrapada y bendiciendo sus excesos. Triste negocio, que desdibuja un poco más la figura del presidente –ya suficientemente a la baja ahora mismo– y sitúa a Unidas Podemos en la cuerda floja, atrapados en una incómoda prudencia. En el momento más delicado, el gobierno se decolora aceleradamente. ¿Es esta la estrategia de la remontada?
2. Antonio Garamendi. Pero la verdadera oposición al título de campeón mundial de la infamia la ha hecho Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, citando una frase del pastor luterano Martin Niemöller, que él ha atribuido erróneamente a Bertolt Brecht, para responder a las insinuaciones del gobierno de subida del impuesto sobre sociedades a las compañías eléctricas: “Cuidado, que no os parezca que un sector pague y que otro no pague. Recordad lo que se dijo en su día: primero los judíos, luego fueron los comunistas y luego me tocó a mí”. Se tiene que tener una sensibilidad muy particular, una visión del mundo sin otro prisma que la acumulación de dinero, para comparar una hipotética subida de impuestos con el Holocausto. Y lo más grave es que nadie de los suyos le ha pedido explicaciones por una frivolidad que es una falta de respeto a millones de asesinatos. Ni ha dimitido de su cargo, ni siquiera su frase ha tenido mucho recorrido. ¿Insensibilidad colectiva o capacidad del grupo de presión empresarial de controlar el viaje de las palabras? Y seguramente quería ser gracioso y se pensaba que ridiculizaría a los progres citando a Bertolt Brecht. Patético.