El epitafio de Dagoll Dagom
1. Terminar algo que se ha empezado hace cincuenta años tiene mucho mérito. Terminarla cuando tú quieres, sin que nadie te baje la persiana –por pena o por amenaza de ruina– tiene aún más valor. Saber cerrar una empresa que va como un cohete es un acto de sabiduría desacostumbrada. Dagoll Dagom, la compañía de teatro que nos ha hecho emocionar, reír y bailar el alma durante medio siglo, anuncia que se pliega, justo en el momento que el musical La alegría que ocurre ha recogido todo tipo de premios merecidos y que se anuncia la cuarta y última tanda de Mar y cielo, que ya ha vendido 75.000 entradas anticipadamente. Que todavía hoy un clásico de Àngel Guimerà convertido en opereta de piratas lleve a tanta gente al teatro es una proeza. Es la señal de que no está todo perdido. Es la prueba de que lo han hecho muy bien.
2. Dagoll Dagom ha sido una compañía de teatro. Y, tal vez, por no querer ser más que eso, han creado una industria de alta sensibilidad que ha llevado a 4,5 millones de personas a sentarse en un sillón, han empleado a cientos de actores ya miles de trabajadores entre bambalinas , han realizado 34 espectáculos de éxito, han creado cinco series de televisión e, incluso, acabaron gestionando un gran teatro. Dagoll Dagom nos contó la historia del Paralelo con Flor de noche y ellos, espectáculo a espectáculo, con trabajo de hormiguita, han acabado siendo parte fundamental de esta historia reciente de un pulmón cultural de la ciudad. Porque, en el momento del balance, se cuantifica todo, pero la forma en que Dagoll Dagom ha sabido entroncar emocionalmente con tres generaciones de espectadores va mucho más allá de ese alud de cifras que estremecen. Porque, además, hay un factor nada menor. Todo esto lo han hecho en catalán. Sin hacer plato, sin llorar, sin intentar salvar a la patria cada noche que levantaban el telón, sin que fuera un elemento de marketing añadido para colgarse medallas. Sencillamente, en catalán, porque estamos en Cataluña y es nuestra lengua. Con normalidad.
3. En el país que hacemos las cosas de tres en tres –La Trinca, Tricicle, Xavi-Iniesta-Messi–, los socios de Dagoll Dagom, Anna Rosa Cisquella, Joan Lluís Bozzo y Miquel Periel, han sido un equipo perfecto, en la dirección, en la discreción y en la intuición de saber elegir las obras y la forma de llevarlas a escena. Siempre con un aire propio y un sello de calidad –constante, transversal y reconocible– que les ha acompañado durante estos cincuenta años llenos de afanes. Supongo que a muchos espectadores, el gusanillo de ir al teatro, que se convirtió en hábito, les llegó gracias a alguna obra de Dagoll Dagom. He mirado mi álbum de entradas y, cuando tenía 16 años, fui a ver ¡Glups! hasta seis veces. Son muchas más las ocasiones que, después, vi esos sketches en el VHS de casa. El monólogo de Bozzo, que hacía de vendedor del espectáculo con argumentos de comercial del textil de toda la vida, todavía me lo sé de memoria. Y, cuarenta años después, es de una actualidad absoluta. En el mundo actual, pegados alscroll infinito, en los mems, en los vídeos de pocos segundos y en las stories de paso que te he visto, esa frase de “ahora el recorte se lleva mucho” es una lectura perfecta de nuestros tiempos. Lo corto, apresurado, una tras otra, es lo que, de repente, nos ha invadido, y Dagoll Dagom, parodiando la realidad a pellizcos, ya nos lo anticiparon en esos sketches afilados.
4. A mediados de julio, en el Teatre Grec habrá La gran noche de Dagoll Dagom. Tres vísperas seguidos para despedir a la compañía con recortes de sus grandes éxitos. En aquellas funciones, seguramente, se confundirán las lágrimas con los aplausos. El mayor triunfo es habernos hecho sentir tan bien, tantas veces, durante tantos años. He aquí un posible epitafio: Bravo.