La escudella es patrimonio
La escudella es una declaración de intenciones. Es un plato de fiesta, que se hace en Navidad, porque aporta los dos tipos de felicidad que puedes haber: la simple y la compleja. Para mí, comer es felicidad de la simple, y que te quieran y amar, es felicidad de la compleja. El calor del plato caliente es felicidad de la simple, las palabras de amor –llamamos “calentamiento”– que puedan dedicarte, felicidad de la compleja. Lo ves muy bien en un perro: es feliz de una manera, cuando come y es feliz de otra manera cuando te recibe. Si puedes unir las dos felicidades (comida en compañía de alguien que te quiere) entonces quizás por un instante lo tienes todo. Pero claro, de ese instante nada quedará. Las palabras se las llevará el viento y la escudella, quizá, con suerte, salga a tu instagram.
Hacer escudella significa ir de compras a la tienda, no al súper, hablar con el tendero, “dame los huesos blancos, que los tendré a remojo”, “No, no, yo hueso de jamón no le pongo, que no me gusta el color”. Quiere decir tener una cocina con un armario para la olla grande, y no sólo para la bikinera. Claro, una cocina comedor, de estas tan bonitas de los pisos de la ciudad, no es del todo apta para una mañana cocinando, el sofá está ahí mismo y las sartenes no pueden colgar de las paredes. Las campanas extractoras de ahora, preciosas, que son tendencia, porque se ponen en el mármol, no arriba del fuego, no llegan a la altura de una olla grande.
Hoy, la escudella es un plato nada. moderno, porque, como diríamos ahora, "quiere que te bloquees la agenda de la tarde", pero es también un plato muy moderno porque contiene la esencia de la cocina catalana, que es el aprovechamiento. La escudella significa los canelones del día siguiente. La escudella calienta el corazón y ablanda los ojos, necesita de alguien, a jornada completa, haciéndola porque la ha hecho muchas veces. La escudella es patrimonio, no sé si material o inmaterial. Quizás ambas cosas.