Esquerra y Junts: las palabras y las cosas
1. Recular. Todos los acuerdos políticos acaban igual: aparcando las discrepancias de fondo (es decir, manteniendo un depósito susceptible de entrar en combustión de mayor o menor intensidad en cualquier momento) o sublimándolas con eufemismos, y dejando un desgaste considerable de algunos actores, en función de la escenografía del largo periodo de discrepancia.
Después del anuncio del acuerdo de gobierno está la tentación de preguntarse: ¿para llegar aquí hacía falta el triste espectáculo de estos tres meses de interinidad? Cuando una negociación se complica inmediatamente se dispara la espiral de la transferencia de responsabilidades: la culpa es del otro. Y en paralelo crecen las ficciones, la construcción de patrañas para justificar y dar grandeza a unas discrepancias que a menudo son fruto de la competencia por unos mismos espacios electorales. Esta vez la ficción que ha calentado la escena ha sido el 52%. La máxima cuota del independentismo en unas elecciones. Un resultado del cual se ha querido hacer bandera olvidando la cruda realidad: que los partidos independentistas habían perdido un total de 710.000 votos. Si todo el mundo sabe que con dos millones no hay suficiente, en un proceso en el que la fuerza principal es la acumulación de capital electoral, ¿cómo se puede cantar victoria con un millón trescientos mil? ¿Qué ha hecho falta para forzar el acuerdo? Que JxCat tomara conciencia que unas nuevas elecciones solo podían ser catastróficas para ellos en particular y para el independentismo en general. Por si no fuera bastante, los más fieles, el independentismo civil militante, exhibieron su irritación en la calle y en las redes. Y Junts, sensible al qué dirán, empezó a recular.
2. Avanzar. El resultado deja pistas interesantes. En el reparto del poder Esquerra se ha quedado con lo que podríamos llamar el espacio de lo simbólico (el cultivo del espíritu): Educación, Cultura, Comunicación. Y Junts, el económico. Bajo la batuta de Elsa Artadi controlará la economía, lo cual da razones para pensar que el sector neoliberal conservador es el más fuerte en Junts per Catalunya. Quién sabe si se está acercando el día en que la mezcla ideológica de Junts se clarifique: de momento, la derecha parece que gana esta partida.
Por otro lado, Esquerra ha conseguido dejar al margen el Consell per la República y su entorno, evitando que el presidente arrancara con la humillante e inaceptable sumisión a una instancia externa, pero será inevitable que el Govern viva con el ruido de fondo del mundo de partidos y organizaciones que giran alrededor de este artefacto. Junts, a la hora de la verdad, ha preferido ceder las palabras a cambio de las cosas, sabiendo que si hace falta ya se hará ruido desde fuera. De hecho, Esquerra se lo juega todo en la figura del presidente y de la autoridad que sea capaz de proyectar.
Y aun así estos meses de mezquindades y juego sucio dejan lesiones. Pere Aragonès ha tenido que pasar por la humillación de dos investiduras fallidas y por la apuesta de gobernar en solitario, de la cual se ha tenido que retractar. Y la soledad de Jordi Sànchez, siempre sometido a la amenaza de una desautorización interna, plantea interrogantes sobre su papel futuro. El hecho de haber cerrado el pacto ellos dos solos refuerza a Pere Aragonès, mientras las concesiones de Sànchez a su derecha plantean sombras, como si fuera el escogido para cargar con cualquier fracaso que pueda venir.
¿Puede acabar bien un pacto entre eternos rivales después de un espectáculo tan poco edificante como el que hemos visto estos meses? ¿Puede ser este gobierno el instrumento para salir de la resaca de octubre de 2017 y abrir otra etapa, en clave más política, posibilista y efectiva? ¿Tenemos que seguir con los gritos de ritual que sirven de acompañamiento retórico a los documentos del acuerdo para mantener la confusión sobre el camino a seguir, aunque sea a precio de ir haciendo crecer la frustración? ¿Se podrán ir llamando a las cosas por su nombre, marcando las prioridades de cada momento, o seguiremos colgados de la gran promesa? Amnistía y autodeterminación son excelentes eslóganes. Todos sabemos que ahora mismo lo que puede haber son indultos. Y se tiene que jugar esta carta. Y solo una agobiante mayoría social podría abrir paso a la autodeterminación en el marco europeo. O sea, gobiernen.
Josep Ramoneda es filósofo