Europa: urgencias demográficas
No es de extrañar que en lo que va de año casi todos mis artículos hayan versado sobre el futuro de la Unión Europea. Nunca he escondido que siempre he tenido un profundo convencimiento sobre la necesidad de una Europa grande, unida, potente y con un papel clave en el futuro de la humanidad. Pienso que esto es muy bueno para los europeos, pero también para el conjunto de la población global y del propio planeta. He escrito a menudo que quiero hablar de ello porque los procesos políticos y económicos que vivimos en los últimos años no nos están llevando en la buena dirección. Para aprovechar las oportunidades que tenemos delante y conseguir los objetivos que queremos, existen actuaciones necesarias que ahora, además de ser imprescindibles, tienen un carácter de suma urgencia.
En el caso de la UE, un espacio geográfico relativamente pequeño en extensión y con una clara escasez en muchos recursos naturales, el elemento clave para poder desempeñar un papel relevante en el futuro debe basarse en las capacidades de sus recursos humanos. Creo, por tanto, que las políticas que más deben influir en este futuro son las relacionadas con las personas y, por tanto, centro mi pequeña reflexión en tres aspectos que pienso que piden urgentemente políticas nuevas: demografía, migración y formación.
1. Envejecimiento demográfico. Lo que vemos no es lo mismo en el norte que en el sur europeos, pero es evidente que la población está envejeciendo mucho en los últimos años. La fuerte reducción de la natalidad y el importante alargamiento de la vida están cambiando mucho la composición por edades, pero en gran parte la organización social sigue siendo la necesaria y fue muy útil en la época industrial. El papel de los jóvenes, su autonomía o dependencia familiar y su integración en el mundo del trabajo han cambiado; y el papel de los viejos, tanto por la prolongación de su período de capacidad intelectual como por la necesidad de mayor atención y más cuidados también es muy diferente de hace 50 años. Esto comporta la necesidad de revisar el papel de las familias, de las agrupaciones vecinales, de los servicios privados o públicos y repensar las actuaciones de los distintos niveles de gobierno. Es necesario adaptar la organización social a las nuevas necesidades de la época postindustrial. Y no lo estamos haciendo lo suficiente.
2. Políticas migratorias. Es fácil entender que una parte muy importante de estas adaptaciones debe salir de aprovechar las ventajas que permite la actual facilidad de movimientos a nivel global. No es una novedad: Catalunya nunca habría logrado tener el peso industrial que tiene ahora sin haber acogido a muchos miles de personas y de familias que inmigraron desde el sur español. Y algo parecido ocurrió en los países del centro europeo con personas procedentes de los países del sur de Europa. Ahora debemos evitar, por equivocadas, las dos políticas extremas: la oposición rotunda a la acogida de emigrantes por sus evidentes inconvenientes, y la apertura total por exigencias emocionales o éticas. Debemos promover su entrada, pero organizándola y reglamentándola, por la necesidad que tenemos en esta nueva etapa. Debemos ordenarlo de manera que el acogimiento sea muy positivo tanto por lo que encuentran y pueden utilizar los que llegan como por las ayudas que proporcionan a quienes los reciben.
3. Creación propia y atracción de talento y capacidades. Puede parecer que es lo más complicado, pero creo que es mucho más fácil de lo que parece, ya que tenemos muchos ejemplos de políticas que otros países han desarrollado en las últimas décadas con éxito, y porque las herramientas necesarias de tipo formativo o tecnológico existen y están disponibles. Debemos aumentar de forma importante los niveles de conocimientos y capacidades de nuestros ciudadanos, debemos procurar atraer y abrir las puertas a personas que ya dispongan de estas formaciones, y debemos ser muy cuidadosos en proporcionarlas gratuitamente a los llegados que no las tengan.
Bastantes países de la UE (entre ellos España y concretamente Cataluña) tienen capacidades importantes para realizar estos trabajos, pero debemos aumentar su dimensión y agrandar las posibilidades de extender su utilización.
No puedo terminar sin repetir una vez más que la atracción de personas con talento y capacidades no depende sólo de las perspectivas relacionadas específicamente con las características o retribuciones del trabajo, sino que también juegan otras realidades que hacen cómoda y agradable la estancia personal o familiar en países con agradables características de tipo cultural, meteorológico, artístico e incluso turístico. O también, por supuesto, la existencia de un aeropuerto apto para vuelos de larga distancia... No he querido entrar en las políticas relacionadas con este tipo de realidades, pero no por eso dejo de creer que pueden tener un peso importante, y por tanto deben tenerse muy en cuenta.