Es más fácil cambiar de puesto de trabajo que de pareja

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Una mujer trabajando en una oficina.

La brecha salarial es un concepto extremadamente complejo, porque a pesar del consenso que hay tanto en lo que significa como en la necesidad de erradicarla, cada organismo lo calcula de forma diferente. Y la forma cálculo determina la manera de interpretarla. 

A modo de ejemplo, en España, según los últimos datos de la oficina estadística europea Eurostat publicados en 2022, la brecha salarial por hora entre hombres y mujeres se sitúa en el 9%. Lo que significa que los ingresos brutos promedio por hora de las mujeres son un 9% inferiores a los de los hombres. La buena noticia es que se sitúa cinco puntos por debajo del 14% del año 2018.

Diversos estudios han comprobado que, gracias a las legislaciones vigentes, hoy en día, en el momento en que mujeres y hombres se incorporan al mercado de trabajo, la brecha salarial es muy reducida y, en la mayoría de los sectores, incluso inexistente. Sin embargo, con la llegada del primer hijo o de la primera hija, el salario del conjunto de los padres suele mantenerse estable mientras que el del conjunto de las madres acostumbra a disminuir. Este fenómeno se denomina “la penalidad de la maternidad”.

¿Qué dicen los datos oficiales? Los datos que el Ministerio de Igualdad recoge desde hace décadas son contundentes y permiten concluir, año tras año, que a pesar de todos los avances que ha habido en el ámbito legislativo los tres tipos de renuncias profesionales relacionadas con la crianza tienen nombre de mujer. A modo de ejemplo, en el año 2022: el 88% de las personas que solicitaron una excedencia para cuidar de hijos o hijas fueron mujeres; son mujeres el 93% de las personas ocupadas a tiempo parcial por cuidado de niños/as o adultos enfermos y también el 92% de las personas que abandonaron el mercado para cuidar de niños/as o adultos enfermos.   

¿Por qué la maternidad interfiere de forma tan drástica en la vida profesional de tantas mujeres? A mi modo de ver, dos son las principales causas. La primera radica en el inmenso cacao mental que mujeres y hombres tenemos con respecto a la maternidad. En mi última investigación hemos aprendido que, a pesar del consenso en que padres y madres pueden cuidar a sus descendientes igual de bien (lo cree el 88% de los hombres y el 86% de las mujeres) la mayoría piensa que, en la infancia, los niños y niñas pueden sufrir si la madre trabaja fuera de casa (lo cree el 57% de los hombres y el 52% de las mujeres). ¿A qué se debe esta incoherencia? Según los especialistas, a los sesgos y estereotipos de género con los que se sigue educando a niñas y niños desde que nacen.

La segunda causa hay que buscarla en lo que sucede en la intimidad de las parejas. Según los datos de mi última investigación, el 62% de las mujeres que viven con un hombre sienten que acarrean una “Losa de Hormigón” por el hecho de que ellas están asumiendo el doble o el triple de tareas de la casa y del cuidado y educación de los hijos o hijas si los tienen, que el hombre con quien viven. ¿Qué pasa con la llegada de hijos o hijas? Que aumenta el desequilibrio en el reparto de las cargas familiares entre el miembro femenino y el masculino de la pareja. Un dato a modo de ejemplo: de las parejas en que conviven un hombre y una mujer que han respondido al “Termómetro de la Equidad”, han resultado ser equitativas en el reparto de las cargas familiares que les atañen (incluido el trabajo remunerado y la carga mental) apenas el 29% de las parejas con hijos o hijas frente al 39% entre las parejas que no han tenido descendientes. 

En consecuencia, muchas mujeres, al finalizar la baja por maternidad viendo lo mucho que les cuesta llegar a todo, y siendo conscientes de que el día tiene 24 horas, optan por realizar cambios en su ámbito laboral: algunas dejan de trabajar, otras ponen “frenos” a los ascensos que les ofrecen, o aceptan empleos peor remunerados porque tienen horarios más flexibles, o se acogen a jornadas reducidas para poder conciliar mejor… ¡Es mucho más fácil cambiar de trabajo que de pareja! 

¿Cómo lo veo yo? Ningún problema si la renuncia profesional se realiza como consecuencia de una elección voluntaria y consciente por parte de la mujer.  Pero… tengo muchas dudas…  ¿En cuántos casos las mujeres renuncian por la presión familiar o social que reciben? ¿Cuántas mujeres se arrepienten en el corto, medio o largo plazo? ¿Qué ejemplo se les transmite a las nuevas generaciones de mujeres y hombres? ¿No hay ninguna otra solución? Yo creo que sí las hay. 

Laura Sagnier es investigadora y activista pro equidad
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