Feijóo contra los inmigrantes malos

El líder (digámoslo así) del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha elegido Barcelona para presentar el plan sobre inmigración de su partido, a saber: restricciones severas a la llegada de personas, expulsiones al por mayor de los inmigrantes malos "que vengan a delinquir y a vivir de subsidios" (en oposición a los inmigrantes buenos que vienen a dejarse explotar sin enfadarse mucho), carné de ciudadanía por puntos, etc. Feijóo eligió Barcelona para presentar sus nada originales propuestas porque, a su juicio, es uno de lugares donde hay más desorden con la inmigración, por culpa del independentismo. Feijóo y su equipo vienen a decir que Catalunya es una región destrozada, como demuestra el hecho de que está invadida por la inmigración, y si está invadida por la inmigración es consecuencia de que el independentismo descuidara los asuntos importantes para embarcarse en una empresa quimérica e imposible de odio contra España.

En el PP se han fijado, naturalmente, en el empuje de Aliança Catalana y se apresuran a tomar posiciones: si existe un independentismo racista y antiinmigrantes, ellos se opondrán a él representando a un españolismo racista y antiinmigrantes. Pero serio, no como otros. De este modo cuentan estar en condiciones de enfrentarse al populismo ultranacionalista externo (Vox) y también al interno (Ayuso). Ante todos estos xenófobos temerarios, Feijóo se propone como un xenófobo de orden, preparado para poder pescar dentro de los electorados españoles-españoles, tanto catalanes como españoles, y en los catalanes-catalanes desencantados y despistados. Algo conseguirán, pero no será suficiente, al menos según las encuestas. Si Vox recorta distancias con el PP, y el PP pierde fuerza hasta el punto de que el PSOE se mantiene como la fuerza más votada, entonces el fracaso de Feijóo es total. Por el camino se habrá dedicado a aumentar la fractura y la crispación sociales señalando a colectivos enteros de personas como criminales.

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Las propuestas y la retórica de los partidos de derecha tradicional que intentan asumir, en mayor o menor grado, la brutalidad de la extrema derecha comienzan también a dar muestras de agotamiento. Que se lo pregunten, si no, a Macron o a Merz. También a algunos de los barones del PP que se apresuran a dar un discurso xenófobo, como Prohens la semana pasada en el debate de política general de Baleares: insultar desde el Parlament a los inmigrantes, tildándolos de delincuentes, tampoco servirá para detener el crecimiento de Vox. En Catalunya, las gesticulaciones de Feijóo y las gracietas crispadas de Alejandro Fernández difícilmente detendrán tampoco la ola favorable a Vox y Aliança Catalana, ni la reconducirán a favor de un PP desnortado y acosado por la corrupción que intenta denunciar del PSOE. De tanto repetirla, la palabra buenismo, que tanto gusta a la derecha, se ha convertido también en una caricatura. Los logros en tecnicolor de Trump los deslumbran y les hacen pensar que tienen camino por correr, pero Feijóo es hoy en día la viva imagen del agotamiento y de la falta de consistencia, de discurso y de ideas de las derechas europeas tradicionales.

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