Financiación: la caja de los truenos

La mitología griega nos regala numerosas metáforas para entender las tensiones del mundo contemporáneo. Una de las más conocidas es la historia de Pandora, la primera mujer mortal, a quien los dioses regalaron una caja con la condición de que nunca la abriera. Pero, consumida por la curiosidad, Pandora acabó abriéndola y dejó escapar todos los males que contenía: la guerra, la pobreza, las enfermedades... y sólo quedó la esperanza en el fondo. Este mito nos sirve para ilustrar el conflicto permanente que genera el sistema de financiación autonómica en España, que siempre tiene Cataluña como principal damnificada y, a la vez, como principal burro de los golpes.

El acuerdo político alcanzado hace pocas semanas entre Esquerra Republicana y el PSC para establecer una financiación singular para Catalunya, que incluye la recaudación de todos los impuestos por parte de la Agència Tributària catalana y prevé una cuota de solidaridad que garantice un incremento sustancial de recursos para la Generalitat, ha abierto la caja de los truenos en España.

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Utilizando la fórmula clásica, que ya explotó para ir en contra del Estatut, el Partido Popular ha creído que tiene un filón de votos si logra presentar al PSOE como el que da privilegios a los catalanes y quita el pan de la boca del resto de ciudadanos españoles. Hace una semana, los varones populares firmaron un documento rechazando la negociación bilateral entre Catalunya y el Estado y la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, ha dicho que sólo se reunirá con Pedro Sánchez en la Moncloa si no se habla de financiación. Pero, al día siguiente, el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, dijo justo lo contrario: quiere hablar con el presidente español de dinero y no renunciará a la condonación de una parte de la deuda autonómica, también pactada con ERC, que en el caso de Cataluña es de 15.000 millones de euros.

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El sistema de financiación autonómica española es el pilar del Estado de las Autonomías, diseñado para dotar a las comunidades autónomas de recursos para prestar servicios como la educación, la sanidad y los servicios sociales. Pero, a pesar de las reformas y parches que se han hecho, nunca se han corregido las desigualdades y los agravios entre territorios. La consolidación de un sistema en el que Cataluña es la tercera en aportar recursos y la decimocuarta en recibirlos es aplaudido por determinadas comunidades, pero es insostenible para Cataluña, que no puede mantener la calidad de los servicios públicos de 8 millones de habitantes con una infrafinanciación crónica.

La muestra más clara del agravio histórico que sufre Catalunya la ha puesto en evidencia el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla, que ha alzado la voz para decir que está en contra de la financiación singular para Catalunya porque supondría que les andaluces tuvieran unos hospitales de menor calidad. En resumidas cuentas, admite que le parece bien perpetuar el maltrato fiscal a los catalanes para seguir aprovechándose.

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Como en el mito de Pandora, el debate sobre la financiación autonómica parece haber liberado a una serie de tensiones que son difíciles de controlar. Las comunidades autónomas, cada una con sus particularidades, reivindican un modelo que consideran más justo para sus intereses y, sin explicar dónde está el truco, el gobierno español asegura que después de un nuevo modelo de reparto todas las comunidades saldrán ganando . Esto sólo sería posible si, por la vía de los impuestos, el Estado generara más ingresos, algo que parece poco probable que ocurra.

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Ya hemos visto que el sistema de partidos español puede manejar conflictos políticos de alto voltaje como la ley de amnistía, pero la cosa se complica cuando se habla de las cosas de comer. Tocar el sistema de financiación es tocar el hueso. Es la verdadera línea roja. Nada genera más resistencia que fijar nuevas reglas para repartir el dinero. Mientras los catalanes, pacientemente, pagan la fiesta y se conforman con recibir menos de lo que generan durante décadas, todo va bien, pero cuando esto se pone en cuestión todo el mundo se pone a la defensiva. También hay nervios entre los varones socialistas, como el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, que siempre dice y hace lo mismo que el PP: ahora se queda tan amplio defendiendo que "la riqueza de Girona es tanto mía como suya" para justificar que se mantenga el modelo actual.

Curiosamente, el debate y los acuerdos sobre la financiación catalana, que abre la caja de los truenos al Estado, llega en un momento de debilidad del independentismo, que sabe aprovechar la debilidad parlamentaria de los socialistas en Catalunya y en Madrid. En este contexto, haremos bien en no dejarnos llevar por el derrotismo y en saber interpretar bien las oportunidades de cada momento político. Lo último que quedaba en la caja, antes de que Pandora la cerrara, era la esperanza.