Fuerza americana, competitividad china, y nosotros, ¿qué?

Los últimos días han sido una serie de recordatorios de la enorme debilidad sobre la que se fundamenta la prosperidad europea, incluida la prosperidad catalana, por precaria y mejorable que pueda parecer. Tenemos, por un lado, el ataque furioso de la presidencia Trump, que consigue con sus amenazas extorsionar —de la Unión Europea y de otros estados como Reino Unido— cantidades ingentes de recursos públicos y privados que irán a parar a manos de Estados Unidos y a las suyas propias. El MAGA (recordémoslo: "Volvamos a hacer grande a América") pasa por hacer a Europa (y otras partes del mundo) más pequeñas. Es la ley del más fuerte.

Se trata de un pésimo camino, que también es el que cruzan varias autocracias como China, Rusia, y tantas potencias de dimensión intermedia, o pequeñas —pero nuclearmente robustas— como Israel. ¿Qué podemos hacer contra esta amenaza que se concreta cada día más? Yo no veo otra alternativa a un futuro de colonialismo y de esclavitud contra nosotros que prepararnos para hacernos más fuertes. Si no, iremos bajando por el pendiente de la pérdida de autogobierno (de esto ya sabemos bastante), de la pérdida de soberanía, de la pérdida de control de nuestros recursos y, finalmente, por la salvación si aceptamos convertirnos en colonias. De las colonias se pasa —siempre ha sido así en la historia— a diversas formas de esclavitud o de servidumbre. Este futuro, que parecía distópico, se ha convertido en probable. No estamos preparados porque llevamos generaciones de exceso de confianza y, por lo tanto, de negligencia en nuestra propia defensa.

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Existe la amenaza de la fuerza solo evitable con el pago de impuestos al poder imperial. Pero existe también la amenaza de la competitividad de otras partes del mundo. Lo tenemos claro: ahora es China, en el futuro podría ser la India. La realidad de China es la de un país con una fortísima cultura del esfuerzo y de la competitividad, que ha pasado en poco más de una generación de muy pobre a ser el principal desafiante de la hegemonía estadounidense. Este trayecto se ha hecho en unos cuarenta años —a lo sumo cuarenta y cinco—. Su crecimiento ha sido fulgurante y lo copian muchos países. ¿Qué hemos hecho nosotros? ¿Qué hacemos? Poca cosa. Allí donde ellos forman a los niños y jóvenes en la cultura del esfuerzo en todas las áreas de la vida, privilegiando el estudio y la formación, nosotros despreciamos estos esfuerzos y la cultura que hay detrás. El menosprecio de la cultura del esfuerzo es general, desde luego en toda la izquierda del espectro político y también en buena parte de la derecha. Las virtudes del trabajo duro y del afán de mejorar han quedado cortocircuitadas por la cultura de la felicidad y del ocio ante todo. ¿Qué futuro nos espera en un mundo en el que nuestros hijos y nietos aprenden que lo importante es ser felices, pero no se saben defender ni individual ni intelectualmente?

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Ni fuerza ni inteligencia. Es una mala combinación. En esto se están convirtiendo la Unión Europea y cada uno de sus estados y naciones. La probabilidad de invasión externa es cada vez mayor. La resignación frente a los chantajes sufridos nos retrotrae a las épocas de los pagos a las metrópolis colonizadoras o a las potencias chantajistas. Estamos mal situados para reforzar músculo militar, aunque deberíamos trabajarlo con la mejor tecnología propia. Donde toda la responsabilidad es exclusivamente nuestra es, justamente, en recuperar el esfuerzo. Esfuerzo en todas partes, pero sobre todo en la escuela. Recuperar las capacidades que se han abandonado en la educación de los niños, pero que todo el mundo acepta y pide para la gente mayor: mantener el cerebro activo y una vida activa. Hay que volver al estudio en todas las vertientes, también la memorística, fundamental para practicar y consolidar la memoria; al ejercicio físico para cuidar el cuerpo y su resiliencia; al estudio profundizado, para entender lo que es complicado; al estudio repetitivo para dominar las rutinas; a privilegiar las matemáticas y la lengua, que son esenciales para un buen desarrollo cognitivo; a subir los niveles de exigencia en todas partes, dado que sin niveles de exigencia no existen contrapartidas ni de remuneración ni de respeto ni de propia satisfacción, ni de movilidad social ascendente. Contra la ola de la competitividad del resto del mundo, empezando por la china, pero seguida por otras muchas, solo existe la solución de estudiar duro y aprender a entender todo lo que es más difícil. Más matemáticas, más lengua, más exigencia: es el único camino para ofrecer un futuro a los hijos de familias más pobres y más desestructuradas, pero también es el camino para ofrecer un futuro a los hijos de las familias acomodadas.

Contra la amenaza de la fuerza estadounidense, la respuesta tiene que ser la misma: más determinación y acción, más estudio, más ingenio, más conocimiento, más investigación, más innovación, y sí, premiar a los mejores —¡una práctica que parece que solo es legítima para los deportes!