García Ferreras, atrapado
El lunes a media mañana empezaba Al rojo vivo en La Sexta. La tertulia comandada por Antonio García Ferreras generaba una expectación añadida porque había que ver cómo el presentador reaccionaba a la filtración de las nuevas grabaciones del excomisario Villarejo que lo tenían a él como protagonista. En los audios, del 2016 y 2017, García Ferreras ponía en entredicho la veracidad de una información sobre Pablo Iglesias que había publicado OK Diario y a la cual él había dado repercusión en su programa. Nada más arrancar anunciaba a la audiencia: “Vamos a hablar también sobre los audios del excomisario Villarejo. Aquí no tenemos nada que ocultar”. El presentador aseguraba que él nunca había dado una información falsa sabiendo que lo era y se excusaba argumentando que aquellos audios eran posteriores a la noticia.
Como coartada de su inocencia recordaba que había tenido que soportar durante muchos años que se le atacara porque La Sexta había catapultado a Podemos al poder y, por lo tanto, ahora no tenía sentido que se lo acusara de todo lo contrario. Como si las grandes empresas mediáticas no cambiaran de rumbo en sus intereses políticos y económicos en función de la actualidad.
Si nos ajustamos a su propia cronología de los hechos, es obvio que la conducta del presentador está más cerca de las cloacas que de demostrar unos protocolos periodísticos éticos y con garantías para los espectadores.
Ferreras dio repercusión a una información que consideraba chapucera y dudosa, yendo a remolque del infecto medio de Eduardo Inda. En vez de descartarla o de contrastarla por sí mismo, optó por dar la posibilidad a Iglesias de responder. Priorizó el escándalo para sacar rédito político y mediático antes de que el rigor. Una vez se han filtrado las grabaciones, La Sexta ha argüido que no continuó más días insistiendo en aquella información. Pero no la desmintieron. El lunes, en su defensa, Ferreras decía que, a pesar de todo, han aprendido para mejorar. Otra excusa falsa: desde el 2016 Eduardo Inda nunca ha dejado de ser colaborador de Al rojo vivo ni de La Sexta, conectando en directo con su redacción y dando repercusión constante a otras publicaciones de su medio. El lunes, Ferreras tuvo la jeta de referirse a su encuentro con Villarejo como “el encuentro con La Sexta”, sustituyendo su nombre propio por el de la cadena. Una sinécdoque perversa y autoexculpatoria para diluir su papel.
Por un caso similar, en Estados Unidos, el periodista Dan Rather abandonó el informativo de máxima audiencia de la CBS que había liderado durante veinticuatro años, disculpándose antes con su audiencia. Había dado por buena una información falsa sobre George Bush y esto puso punto final a su carrera.
Ferreras, ni disculpas ni dimisión. Orgullo de cadena y “más periodismo” de ese que abandera desde el cinismo. No se trata solo de daños electorales o del prestigio personal de Iglesias. Se trata de cómo ensucian y perjudican el oficio. Los audios demuestran cómo están conjurados Villarejo, Inda y Ferreras, mientras se profesan los unos a los otras admiración, fidelidad y respeto. Uno remueve la mierda, el otro le da forma y Ferreras la esparce con ventilador.