Un coche eléctrico enchufado mientras carga
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Imagine que está haciendo un viaje en coche y necesita repostar. Consulta en su navegador cuál es la gasolinera más cercana y se dirige hacia la misma. Llega, acerca su vehículo al surtidor, y se da cuenta de que no funciona. Hay una cafetería en la estación de servicio. Pregunta, y le responden: ah, no hay gasolina. ¿Y eso? Bueno, pues porque en este pueblo ninguno de los habitantes tenemos coche, así que el alcalde decidió que la gasolinera no tuviera gasolina.

Bueno, esto, que parece un chiste, es exactamente lo que le sucedió, recorriendo las Españas, a un buen amigo que optó por adquirir un vehículo eléctrico cien por cien. El único punto de recarga en varios kilómetros a la redonda no estaba operativo porque el alcalde consideró que, si ningún vecino tenía coche eléctrico, lo mantenía desconectado de la red eléctrica. Mi amigo no tenía autonomía, así que conectó el coche a un enchufe de un paisano que se apiadó de él, de 220 vatios convencional, como el de una lamparita de noche, y esperó, durmiendo en su vehículo, seis horas a poder continuar su viaje.

Esta semana hemos sabido, a través del Barómetro de la Electromovilidad que elabora ANFAC, que una cuarta parte de la infraestructura para recarga de coches instalada en España no está operativa. Quizás están en mal estado, estropeados o todavía no han sido conectados a la red eléctrica, pero el caso es que 8.869 puntos de los 34.049 existentes no pueden prestar servicio. Dicho esto, vamos muy por detrás de los planes previstos en cuanto a puntos de recarga y a la mitad de puntos por habitante que los principales países europeos.

A mí me hacen mucha gracia los políticos que se llenan la boca hablando de sostenibilidad y medio ambiente cuando lo mínimamente indispensable para dejar de emitir CO2 es tener puntos de recarga que permitan la transición de vehículos, privados y públicos, desde la combustión al eléctrico.

Por supuesto que si la electricidad con la que se mueve un coche se ha producido emitiendo CO2 el problema es el mismo. Pero ese es otro debate. Europa necesita descarbonizarse de forma inmediata. No solo por cuestiones medioambientales, sino también económicas. La dependencia del gas y del petróleo ha desatado, en gran medida, la inflación galopante que hemos sufrido. No podemos depender de países inestables políticamente, como Rusia o Argelia. La autosuficiencia energética pasa por el cambio de hábitos de la ciudadanía. 

Pero un cambio de hábitos o que a la industria del motor se le pida que dejen de fabricar coches de combustión es imposible si las infraestructuras no están acabadas y, encima, las que lo están no funcionan.

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