Gaudí contra el turismo

Una pregunta: si pudiera resucitar a alguien, ¿quién sería? Yo lo tengo claro: Antoni Gaudí. ¿Por qué? Más claro que el agua: para preguntarle. Ésta: "Si usted, señor Gaudí, hubiera sabido que cuando hacía la Sagrada Familia, la Pedrera o el Parc Güell después desembarcarían –dentro y fuera y en 360 grados– masas humanas en obstaculizarlo todo, ¿lo habría hecho? Eh, Gaudí ?Usted es el causante del turismo pornográfico, obeso, bulímico, de Barcelona?"

Quiero decir. ¿Gaudí es consciente del cacao que ha montado? ¿Lo volvería a hacer? ¿Qué pensaría de este turismo en vena de yonquis? ¿De estos zombies no seres sin fe ni hacer nada? Lo sabemos. Porque Gaudí ya era un tipo superfamoso en su momento. Mirad, un día, un grupo de estudiantes de arquitectura de Madrid que vino expresamente a Barcelona para estudiar la obra del genio pidió algo: conocer personalmente al arquitecto. Y Gaudí, cuando veía que todos aquellos jóvenes venían, exclamó: “¡Caramba! ¿Qué me han tomado por una bailarina?” ¿Se ha convertido Gaudí en una bailarina? Vamos a pedirlo.

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“Llegan extranjeros. Muchos extranjeros. Más extranjeros. Al ver pasar por la Rambla estas manadas, de gente rubia e inexpresiva, el barcelonés les contempla con satisfacción”. Las palabras son de un artículo de 1929. Normal. Barcelona es el lugar de la piel de toro donde hay más turistas: 38.375 ese año en una Barcelona de un millón de barceloneses (y una Catalunya de 2,7 millones). Y ya los veían en todas partes. Entonces un turista era una anécdota, un sombrero mexicano en el océano de la Rambla. Ahora un barcelonés es la anécdota, y el sombrero mexicano en una gran masa de agua salada cubriéndolo todo. Pero... ¿es Gaudí una bailarina?

¿Cuántas bailarinas vinieron en 1929? Ciertamente, con la Exposición Universal de 1929, Barcelona ya volvía a levantar por segunda vez el dedo universal (el primero fue con la Exposición de 1888) de: "Eh, mírame, ven, que soy guapa". La ciudad ya llevaba tiempo vestido a medida, único, singular. ¿Gaudí era la bailarina de todo? A ver, su amigo, el pico muelle filósofo Francesc Pujols, dijo de él que lo que estaba haciendo este hombre era “como si el tiempo hubiera hecho en un instante lo que no hace en un año y en un año lo que haría en treinta mil siglos, si lo dejas”. Y todo esto Gaudí lo hizo de una manera única y avanzada a los tiempos y que nos quiere decir cosas sobre los océanos de tiempo: “Gaudí, mudo como la piedra, sin decir nada, hacía lo mismo obedeciendo al mismo ritmo de la tragedia artística moderna revolucionaria para devolver a los principios fundamentales de todos los pueblos, sin moverse de Barcelona y sin conocer ni Wagner, ni Strauss, ni Stravinski, ni Cézanne, ni el propio Picasso, ni nadie. Como éstos no le conocían ni sabían quién era, fue haciendo como ellos, y de este modo Cataluña, sin moverse de Barcelona ni presentarse en el mercado universal del arte moderno, se incorporaba a la fiebre de nuestros tiempos en el ramo artístico, con la sola rama del arte que los demás países dejaban libre o sujeto a los cánones clásicos de la antigüedad oa las necesidades de la construcción moderna que tuerce el hierro como la paja y hace piedras del cemento, que antes servía para atar y unir las piedras unas con otras”.

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Gaudí nunca fue turista ni trabajaba para el turismo. Gaudí, trabajando sólo con escombros, pedazos de país, cascos de nada, es creación total, absoluta: pasar del no ser al ser. Vida. El turismo es destrucción: pasar del ser al no ser. Muerte. El turismo no es un gran invento. No es necesario realizar turismo. No hacen falta turistas. Se necesitan personas. Y hace falta respeto, por los vivos, por los muertos, por las piedras. ¡Ah! Sí, claro, Gaudí no era una bailarina.