Hablando de anestesistas
Albert Batet, presidente del grupo de Junts en el Parlament, definió ayer a Salvador Illa como "el gran anestesiador de Catalunya". Fue la forma de juntar en un solo adjetivo la monótona personalidad pública del presidente de la Generalitat (caricaturizado en el Polonia como alguien capaz de marchitarse las plantas sólo de hablar) y denunciar lo que Junts califica de "desnacionalización" de Catalunya.
Pero sería más preciso considerar que el trabajo de anestesia nacional ha sido un trabajo en equipo. ¿De qué le ha servido al independentismo haber tenido la mayoría absoluta parlamentaria? Por qué de los más de 2 millones de votosindepasque se recogieron en las elecciones de diciembre de 2017 se pasó a los poco menos de 1,4 en las elecciones de mayo de 2024? Y eso que, según el CEO, todavía hay un 40% de catalanes que desean la independencia. O sea que, ya antes de que Isla pudiera "anestesiarlos", muchos independentistas prefirieron cambiar de partido o quedarse en casa.
Es cierto que la tensión para conseguir la independencia no puede mantenerse tan alta indefinidamente como en 2017, y menos después del fracaso del objetivo final del Proceso. Pero la división estratégica que ha llevado a Junts, ERC y la CUP a buscar la foto en solitario, las constantes hostilidades entre ellos, los sermones y los discursos malhumorados, todo ello, ha sido fundamental para dormir el proyecto nacional de la plena soberanía. Y no se ve ningún propósito de enmienda, tampoco en los liderazgos. Y en política, como en la vida, si quieres resultados diferentes, no puedes hacer siempre lo mismo.