Cómo hablar del cartel del Barça

Joan Laporta y Miquel Barceló desvelan el cartel del 125 aniversario del Barça
18/10/2024
4 min

"Igual que con el toreo, creo, no se pinta con ideas. El cuadro ocurre mucho más allá de las ideas, contradiciéndolas, y fabrica ideas. Por eso artes tan silenciosas producen tantas palabras. En esto se asemejan la pintura y los toros: en la verborrea que las acompañan, como si su propio silencio fuera tan insoportable que necesitara pasodobles y páginas infinitas"
Miquel Barceló, Notas para una charla sobre toros en Sevilla, 1991

Ahora que nadie compra cuadros y todo es minimalismo y paredes blancas, el cartel que Miquel Barceló ha hecho por los 125 años del Barça puede volver a inyectarnos un poco de la modernidad perdida. El arte moderno ha sido muy importante para la identidad de Cataluña. El colonialismo siempre quiere matar a la lengua porque es el corazón de las naciones, y no hace falta explicar por qué el franquismo fue un desastre para las letras. Pero la naturaleza no verbal de la práctica ayudó a que nuestros pintores se fugaran y pudieran mantener la cultura catalana en un diálogo de tú a tú con los mayores del siglo XX. Miró, Dalí o Tàpies fueron genios universalmente reconocidos que injertaban la mirada catalana con la vanguardia más absoluta de su tiempo. Hoy que parece que la teca política sólo se encuentra en los libros o en las películas, está muy bien que el Barça sirva de excusa para recordar que nuestra tradición pictórica sigue vivísima en alguien como Barceló. El arte hace algo extraño que interrumpe el flujo de la actualidad y de las modas y nos permite juzgar el presente desde un tiempo y un lugar otros. El cuadro de Barceló es bueno porque abre un resquicio para hablar, y por eso todo el mundo está hablando tanto.

Lo primero que dice el cuadro es que el Barça se afana por seguir siendo más que un club, y que, a pesar de todo, todavía lo es. Otra forma de decirlo es que es impensable que un buen artista haga un cuadro para el Real Madrid. La tradición del arte moderno es la de ir a la contra y abrir el camino para lo que falta, y lo único que un pintor podría hacer con un club-estado es propaganda de los poderosos. Que Barceló haya podido crear una excelente imagen demuestra que el Barça todavía disfruta de pedigrí contracultural. Ni que decir tiene que el club que preside Jan Laporta es un negocio tan hipercapitalista como sus adversarios de la Champions y que ponerse romántico da un poco de risa, pero sigue habiendo una oposición a cierto tipo de juego, una identificación con la catalanidad, y el club sigue siendo propiedad de sus socios. Yo diría que si el Barça acaba volviéndose una sociedad anónima, el cartel del 150 aniversario ya no podrá ser una obra de arte.

La polémica en torno al cuadro de Barceló es un ejemplo inmejorable del poder político del arte. Nuestra dieta mediática es mucho más homogénea de lo que parece. Nos exponemos a una torrentada infinita de informaciones y de imágenes, pero en el fondo todas son iguales porque están apremiadas por la ley de la oferta y la demanda y sólo nos hablan de lo que está pasando aquí y ahora. En cambio, el gesto fundamental del buen artista contemporáneo es rechazar esa obligación de agradar. Naturalmente, hay que hacerlo con gracia, y la paradoja es que la ruptura nos atrae tanto que acaba gustando más que la repetición. Esto también explica por qué los artistas son todo lo contrario de lo que dice el tópico, muy poco genio loco y mucho estratega que conoce profundamente nuestro tiempo. La imagen rompedora nunca sale de una pulsión inefable, sino de un trabajo durísimo para detectar qué formas están gastándose y saber encontrar formas alternativas que pongan en suspensión el gusto establecido. Nuestro ojo esperaba ciertas cosas de la idea de cartel: desmenuzándolas, Barceló nos hace sentir las cosquillas de cuando parece posible volver a empezar.

Comparándolo con los carteles-cuadro que Tàpies y Miró hicieron por los 75 y los 100, tenemos un curso acelerado sobre la evolución de la cultura. Con la presencia de símbolos y abstracciones, Miró y Tàpies representan una modernidad más idealista y lingüística, la esperanza de que con un buen discurso podremos reordenar la realidad. En cambio, el hombre de trazo gamberro hecho de animalitos y colores intensos representa el deseo de desatar la vida, dejar de contemplar las cosas para penetrarlas. Sensible a nuestros tiempos, la obra de Barceló expresa la forma en que hoy sospechamos de la racionalidad en la que habíamos confiado antes, el hecho de que cada vez más vemos la razón como un instrumento que las instituciones y los poderes utilizan para controlarnos. Barceló capta este ambiente y pinta fuerzas crudas y atávicas para resistir al leviatán político y social: contra los algoritmos, gambas y lagartijas.

Evidentemente, mi interpretación es una como cualquier otra. Pero la simple posibilidad de salir de la inercia del día a día gracias a una imagen es el mejor resumen de lo que hace el arte. Claro que para utilizar este poder es necesario acercarse a una tradición algo esotérica, pero, por suerte, y tal y como demuestra Barceló, la catalana es excepcional.

stats