Hay que ser pragmático

España, monárquica o republicana, no aceptará bajo ninguna circunstancia la separación de Cataluña

Andreu Mas-colell
y Andreu Mas-colell

Voces con autoridad nos dicen: "Sin confrontación no habrá independencia", "Sin asumir riesgo no habrá independencia", "De la mesa de diálogo nunca resultará un referéndum", "Si no hay una mayoría clara de votos por la independencia no habrá independencia". Estoy de acuerdo con todas estas afirmaciones. Mi problema es que me parecen igualmente acertadas las siguientes: "Con confrontación no habrá independencia", "Asumiendo riesgo no habrá independencia", "De fuera de la mesa de diálogo no saldrá un referéndum", "Con mayorías tan claras como se quiera no habrá independencia".

Es decir: no habrá ni independencia ni referéndum vinculante de independencia. Lo puedo suavizar: nada de lo que se pueda hacer desde Cataluña afectará a la probabilidad de la independencia o de un referéndum vinculante.

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¿Por qué? Pues porque España, monárquica o republicana, no aceptará bajo ninguna circunstancia la separación de Cataluña. Recuerden el trance amargo de Macià cuando lo intentó en abril de 1931 en un contexto mucho más favorable que el del 2017. Y tanto o más importante: en este tema, Europa está y estará de la parte de España. Incluso en el caso de Escocia la UE sólo reconocerá su independencia el día que el Reino Unido la reconozca. Salvo modificaciones acordadas por las partes, el compromiso de la UE con el principio de la inmutabilidad de fronteras es absoluto. Sin la posibilidad de convalidación europea Cataluña no podrá ser independiente. Europa, como estamos viendo con muchas decisiones judiciales, no nos quiere mal, y nos ofrece un grado de protección. Si nosotros empujamos para un acuerdo que no cuestione las fronteras internas de Europa, su postura será favorable. Si vamos a por la independencia se nos volverá en contra.

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Creo que lo que acabo de expresar ya era evidente antes de la declaración unilateral de independencia (DUI) del 27 de octubre de 2017. Aun así, se quiso comprobar que la pared era granítica y, como era de esperar, l'estaca no cayó. Confieso que no puedo convenir en que, después de esto, aún se pueda mantener que la pared tiene grietas estructurales y que hay que repetir un asalto frontal. A mí me parece que, consciente o inconscientemente -no discuto la buena fe de nadie-, lo que el discurso intransigente pretende es afianzar la lealtad del votante más independentista. Pero, cuidado, este es el mismo votante que se sintió engañado con la DUI ("¿pero no nos decían que estábamos preparados?"). No lo podemos repetir. A este votante, patriota hasta el tuétano, hay que respetarlo, decirle la verdad y hablarle claro. No se le puede tratar con elipsis y sobreentendidos.

Ciertamente, si la valoración de las diferentes situaciones es que la independencia vale mil y el resto vale cero, entonces no se pierde nada, o incluso se gana autoestima, dándonos cabezazos contra la pared. Pero es absurdo, en mi opinión, actuar como si las consecuencias de las acciones, y de las omisiones, no contaran. Hay que decir, a crédito suyo, que el gobierno de Cataluña no se comporta así. En estos tiempos de pandemia trabaja hasta la extenuación impulsando programas para mejorar la vida de la gente. Pero se engaña a sí mismo si piensa que la política de confrontación no interfiere en las perspectivas económicas y sociales del país. Éstas dependen en una medida significativa de la imagen del país y, en estos tiempos de crisis repetidas, también de la capacidad de concertar acuerdos y voluntades con los gobiernos. En nuestro caso con el que tenemos, el español. Acuerdos para ir hacia adelante o, en el peor de los casos, para no ir hacia atrás.

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Como es mejor llamar las cosas por su nombre, lo diré: hay que ser pragmático. Sería extraño que el sentimiento patriótico nos tuviera que llevar a violentar el intelecto sobre lo que es o no es posible. Se puede ser un patriota de pura cepa y ser pragmático. Para mí, patriota es el que está comprometido, firmemente y activamente, con la causa de la pervivencia y la prosperidad de la nación. La historia de Cataluña está admirablemente llena de ellos. Tal vez la tarea a la que invito es difícil, y seguro que es agotadora, pero es lo que toca. No hay otra. En particular, no acepto que ser patriota signifique golpearse contra la pared un día sí y otro también.

Respecto a la mesa de diálogo. Si se considera que sólo puede servir para negociar un referéndum de autodeterminación entonces debemos saber que, de momento, no es muy útil. A estas alturas, este no es, sin embargo, un problema grave: la necesaria y pragmática negociación se puede ir haciendo, con efectividad, a partir del juego de mayorías en el Congreso de Diputados. Y en estos tiempos de retos políticos y económicos monumentales conviene hacerlo.