No, por favor, no me lo hagáis, hoy, que el día empieza y yo desayuno en un bar. Y les estoy muy agradecida, muy contenta, estoy, de sus buenas intenciones. Sé que os mueve un espíritu empresarial, pero también amable, que me hace ilusión, sé que queréis que yo sea feliz, que queréis que sonría, que sonría muchísimo, por la mañana. Sé que cuando llego lo tenéis todo pensado, calculado y estudiado. Sé que lo hizo con todas, no soy ninguna excepción, ni querría. Ya sé eso. No soy única, aunque me hagáis oír.

Sé que cuando se vaya se lo hará a otra, valoro el gesto se lo prometo y se lo juro. Sé que se pasa la mañana haciendo esto, una y otra vez, que no le cuesta esfuerzo, que no le molesta, claro; al contrario, sé que no hacerlo, a estas alturas les costaría mucho más.

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Pero hoy proclamo, con boca pequeña, sufriendo por vosotros, que quizás no quiero. Por favor, y muchas gracias, quisiera descansar, un día sólo. Perdóname. No sois vosotros, soy yo. No es lo que hace, es mi alma negra que no lo acepta. No quiero, hoy no, no me lo dé. No quiero su café amoroso, camareros de bar bonito, con un corazón de crema dibujado en la superficie. Se lo agradezco pero no. Hoy no lo quiero, su corazón, hecho con toda eficacia y parsimonia. Hoy quisiera, y perdóname, quisiera sólo un café con leche en vaso, en vaso de vidrio, por favor, sin crema, sin corazones, sin ningún dibujo hecho con cuchara. Quiero un café y ya. Un café de bar, de mercado. Un café con leche normal, sin amor, sólo hoy.