La igualdad en tiempos reaccionarios
Imagine unos planos que son perfectamente cuidadosos y que dibujan un edificio que será sostenible y equitativo, pero que se queda en los cimientos y no se llega a levantar. Pues esto ha sido a menudo la política de igualdad: un magnífico dibujo de un edificio que nunca se acaba de construir, sobre todo en el ámbito científico y académico. Ahora, cuando la Comisión Europea inicia la nueva Estrategia para la Igualdad 2026-2030, estamos en un momento decisivo.
Como señala la Liga Europea de Universidades de Investigación (LERU), de la que la UB forma parte, las políticas de igualdad se han visto erróneamente como una reivindicación femenina. La nueva estrategia debe demostrar con contundencia que lo crucial para algunas mujeres –como la conciliación, la lucha contra la violencia machista o la igualdad salarial– beneficia a toda la sociedad en su conjunto. Se trata de construir una historia de progreso colectivo.
La igualdad entre mujeres y hombres es un derecho fundamental de la Unión Europea y por eso el principio está consagrado al Tratado de la Unión Europea. El reto, sin embargo, es transformar esa visión en acciones concretas. En un momento de contestación política, la Comisión debe reafirmar con coraje que la igualdad, la diversidad y la inclusión son valores fundamentales y no negociables de la UE. Cualquier retroceso en ese campo sería una traición a los principios fundacionales.
Aquí es donde el sector de educación superior puede ser un aliado estratégico. Las universidades no son simples espectadoras de ese proceso. Son motores de cambio: forman a las futuras generaciones, generan conocimiento con sus investigaciones y son laboratorios donde se pueden probar y evaluar políticas de igualdad. Proyectos europeos como INSPIRE, liderado por la UOC y puesto como ejemplo por la propia Comisión, muestran el camino.
Ninguna estrategia será eficaz sin una rendición de cuentas rigurosa. ¿De qué sirve exigir a las instituciones que implementen planes de igualdad si después no se monitorizan su calidad, implantación real e impacto? La amenaza más sutil es la ilusión del cumplimiento. La Comisión admite que hasta ahora poco se ha controlado la calidad y el impacto real de los planes. Es el riesgo de creer que con llenar una hoja de cálculo ya hemos construido la igualdad. La nueva estrategia debe ser la de un arquitecto que no sólo dibuja los planos, sino que visita la obra, toca los materiales y comprueba que las paredes aguantan el peso de la realidad.
Es necesario comprobar que la perspectiva de género no es un "añadido", sino un requisito por defecto, como la ética o el rigor metodológico. Una investigación sobre inteligencia artificial que no se cuestione los sesgos de género está simplemente haciendo mala ciencia. Una innovación que no piense en la mitad de la población es un fracaso de diseño.
En pocas palabras, la estrategia 2026-2030 no debe inventar nuevos planos, sino asegurar que el andamio –los planes de igualdad y el seguimiento riguroso– es suficientemente sólido para que la igualdad se convierta en la estructura permanente del edificio europeo.