¿Por qué es importante regular los neuroderechos?
Un equipo de científicos logró crear una imagen en el cerebro de un ratón de laboratorio, una imagen que no existía en el mundo real. Esa noche, Rafael Yuste, uno de los impulsores del experimento, no pudo dormir. Si habían manipulado el cerebro de un ratón… ¿podrían manipular igualmente el de un ser humano? Esta duda ética es constante en el mundo de la ciencia. El físico JR Oppenheimer dudaba si la bomba de fisión podría provocar una fusión termonuclear, pero sobre todo sentía inquietud porque estaba dotando a la humanidad de un arma para poder destruirse a sí misma. Precisamente para intentar controlar nuestra propia tendencia autodestructiva, la pulsión de muerte, citando a Freud, aparecen los neuroderechos.
Nos fascinan los avances de las neurociencias que permiten decodificar la información del cerebro humano. Se abren nuevas posibilidades para crear interfases que comunican directamente el cerebro con sistemas informáticos. Diademas con sensores que captan nuestro estado de ánimo, emociones, intereses y compromisos; dispositivos que mejoran la memoria; aplicaciones como los metaversos que crean experiencias inmersivas en las que no se distingue la verdad de la fantasía; y muchas relacionadas con la salud –puede llegar a curarse enfermedades como el Alzheimer–, el ámbito recreativo, el militar, el comercial… Son un paso de gigante en la capacidad del cerebro humano, pero también pueden tener un impacto muy negativo en la privacidad y la integridad de las personas, así como en la profundización de las desigualdades.
“Nuestros largos brazos pueden alcanzar cualquier parte”, proclamaba un exjefe del KGB, y no citaba un verso de Walt Whitman, sino una descripción objetiva de los brazos ejecutores, ojos múltiples, orejas espías, drones que informan de lo que hacemos, armas que asesinan selectivamente. Esta afectación a la dignidad humana rebasa el marco jurídico vigente. El cambio de paradigma que supone entender el cerebro a partir de las redes neuronales avanza a tal velocidad que está superando los recientes derechos digitales. Por eso la regulación de los neuroderechos es urgente e imprescindible.
Hablar de neuroderechos implica la definición de un nuevo marco jurídico internacional de derechos humanos destinados específicamente a proteger el cerebro y su actividad a medida que avanza la neurotecnología. Implica también una nueva definición del humanismo, entendido como dignidad, autonomía y libertad de los seres humanos. Se han definido cinco neuroderechos: derecho al libre albedrío, a la privacidad mental, a la identidad personal, al acceso equitativo a tecnologías de aumento mental ya la protección contra sesgos de algoritmos de inteligencia artificial.
Hay dos razones fundamentales que preocupan y justifican la necesidad de los neuroderechos. La primera es que el desarrollo neurotecnológico pueda estar en manos privadas y no en las públicas. Sabemos que las grandes corporaciones están apostando intensamente por la investigación. Por ejemplo, la inversión privada multiplica por seis la inversión de la NeuroRights Initiative, principal centro neurotecnológico, dirigido por Rafael Yuste en la Universidad de Columbia. No sirven las recomendaciones bienintencionadas a las empresas, sino que son necesarias limitaciones claras.
En segundo lugar, es necesario analizar su impacto social. La mejora mental de la especie humana debe responder al principio de justicia, y no contribuir a dividir a la población entre los que pueden aumentar sus capacidades como la memoria o la atención, o incluso curarse de enfermedades, y los que no pueden. Lo más preocupante es la tecnología no implantable, porque dispositivos externos, como auriculares o pulseras, se podrán comprar en cualquier plataforma de venta online. Entonces crearemos ciudadanos de primera y segunda: los que podrán tener mejora cognitiva y los que no. La implantación de chips, previsiblemente, no tendrá tantos problemas porque debe pasar por la neurocirugía y será más controlable y accesible para todos. Éste es uno de los neuroderechos fundamentales.
El historiador Yuval Noah Harari alerta también de que el futuro será producto de una mente alien. Existe la posibilidad de ir hacia un totalitarismo tecnológico si no se toman las decisiones adecuadas, porque los dictadores siempre quieren controlar el pensamiento de la gente.
Frente al pesimismo y los riesgos, aparecen los neuroderechos. La gran pregunta del humanismo –qué es un ser humano– tendrá pronto una respuesta distinta a la clásica porque la comprensión de los misterios del cerebro nos lleva directamente hacia un nuevo humanismo.