El impuesto a las energéticas y el papel de las empresas en el siglo XXI

Estas últimas semanas hemos podido ver noticias, informes y debates que anticipan hacia dónde vamos en esto de la construcción de la sociedad postindustrial. Afectan a las empresas, pero tienen que ver con toda la organización económica de las sociedades democráticas. Hemos visto cómo de nuevo el deseado crecimiento del PIB en España ha ido acompañado de un crecimiento de la desigualdad en las rentas y la riqueza: esto no puede continuar. Hemos visto cómo las cargas impositivas que pagan las grandes empresas son mucho más pequeñas que las que pagamos los ciudadanos. Esta misma semana hemos sabido que el impuesto extraordinario en la banca se mantendrá, pero que el impuesto que afecta al sector energético de momento no se tramitará. Pienso que deberíamos resituar el papel que deben jugar las empresas, sobre todo las grandes.

1. Las empresas privadas en la sociedad industrial. A lo largo de los dos últimos siglos, las empresas han sido un elemento clave de la organización económica y social. Han proporcionado a los ciudadanos los recursos naturales que necesitaban para la vida, siendo el lugar donde los nuevos conocimientos científicos se han transformado en herramientas útiles para el bienestar personal. Para ello, han sido necesarias inversiones de capital por parte de algunos y aportación de trabajo por parte de muchos otros. Tanto unos como otros han sido retribuidos, con lo que han podido disponer de rentas que les han permitido adquirir todos los recursos naturales, materiales o intelectuales que han necesitado para su vida. Las empresas siguen siendo imprescindibles.

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Junto a este sector privado han crecido unos sectores públicos con empresas y organismos, para asegurar que todos los ciudadanos tengan acceso a los recursos necesarios para su bienestar. La forma de asegurar que tenían los capitales necesarios ha sido el sistema fiscal que ha proveído a los distintos gobiernos de recursos financieros. El sistema funcionó bastante bien para una parte de la población del planeta durante el siglo pasado, pero hace ya varias décadas que se está haciendo claro que no podrá aguantar los cambios que se están produciendo, tanto por el crecimiento de la población y la necesidad de reducir las desigualdades como por la escasez de recursos y la generación de residuos. Es lo que conocemos como la "no sostenibilidad del modelo".

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2. O aumento del sector público o mayor implicación privada. El cambio de modelo de consumo y social que ahora necesitamos pedirá un importante aumento de esfuerzos humanos y un fuerte crecimiento de recursos financieros en los presupuestos públicos. Encuentre aquí tres ideas de cómo conseguirlo y del nuevo papel que deben jugar las empresas, especialmente las más grandes.

  • No puede ser que a la hora de medir el éxito de una empresa se mire sólo su resultado económico. Sin duda, es necesario que su actividad proporcione dinero suficiente para retribuir capital y trabajo, pero junto a esta finalidad hay que considerar también los objetivos personales, no económicos, de los que trabajan. También debe participar en la solución de los problemas sociales generales de carácter global. Por ello, junto al índice sobre los beneficios, deben medirse también otros índices que pongan de manifiesto cómo participa en estas actividades positivas, así como dejar claro que no está aumentando la gravedad de los problemas. La contribución al PIB es necesaria, pero no es suficiente, y por tanto es necesario establecer otros índices.
  • La participación empresarial en el progreso social puede tener tres caminos distintos: decidiendo que la empresa realice también otras actividades, además de las actuales, que directamente ayuden a mejorar el bienestar general; aportando más dinero vía impuestos para facilitar las actuaciones del sector público y no ser egoísta en el volumen de esta aportación, y participando en un tipo de actuaciones que ahora están creciendo y que se han bautizado como publico-privadas, que tienen la ventaja para la empresa de poder intervenir en las decisiones, junto con los gobiernos, de los objetivos y los métodos.
  • Hay que conseguir que las empresas y los ciudadanos empiecen a ver que, además del papel necesario que juegan las empresas en una sociedad de mercado libre, también pueden desempeñar –y, de hecho, deben tener– un papel más importante en la construcción de la sociedad, y actuar de tal modo que no tengan que ser criticadas, con razón, tal y como ocurre actualmente. La crítica es razonable, porque a menudo las actuaciones que vemos tienen demasiado un fin de marketing. El sistema de colaboración público-privada tiene la ventaja de que en las decisiones se tendrán en cuenta objetivos del gobierno, así como de la empresa.
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Merece la pena ampliar el papel de las grandes empresas en la vida social, y así evitar que sigan dedicadas excesivamente al aumento de los resultados financieros para retribuir a los socios, sobre todo a los fondos de inversión, que son los que mandan.