Ya es un clásico: este jueves, el ARA y el Monasterio de Pedralbes inauguramos la octava edición de los Diálogos de Pedralbes, bajo la dirección del profesor de filosofía Daniel Gamper, este año dedicados a una cuestión de la que hablamos cada día cómo es La educación, bajo el título “Tratar bien a las criaturas”.
Arrancamos fijándonos en cómo piensan las niñas y los niños, y enseguida nos sentimos mal de utilizar la expresión “infantilizar la política” para resumir el festival de promesas de color rosa, la simplificación de las soluciones de problemas complejos y las frases tontas de Trump o Ayuso, de los que decimos que hablan tan claro que podría entenderles un niño de ocho años. En realidad, si hay algo que una criatura no perdona o que la decepciona profundamente es que un adulto le engañe, que no se tome en serio lo pactado o el papel que se le supone como adulto.
A menudo decimos, y con acierto, que los adultos tenemos la mirada cansada, que nada nos sorprende, porque las hemos visto de todos los colores. Preguntémonos si no podemos aprender nada de la manera maravillada con que mira a los niños, que contrasta con el ir haciendo rutinario en el que corremos el riesgo de ir consumiendo días de vida. Y hacerlo sin pretender que la vida es feliz "como un paraíso sin espinas". Y que podemos ayudarles mucho si les educamos a aprender de los errores y las frustraciones, ya saber esperar ya saber aburrirse. Incentivar la imaginación pero abandonar la fantasía.
Con más curiosidad y más admiración por lo bueno de la gente, “nos defenderemos mejor de las agresiones, del miedo, del odio y también de la complacencia irreflexiva”, considera el profesor Jordi Nomen. Si infantilizar la política quisiera decir esto, la vida de los adultos sería bastante mejor.
